Marta Robles
Ya no nos mata
Eran las seis de la mañana. El despertador estaba a punto de sonar, pero ella se despertó sola. En realidad, casi no había dormido. Esa mañana podría cambiar su vida. En apenas un par de horas sabría si todos sus temores eran fundados, si la maldita genética había hecho una de las suyas y si seguiría el patrón familiar... Sabría si el cáncer de mama que le habían extirpado se había vuelto a reproducir o no.
Besó a su marido en la frente y, sin hacer ruido, se levantó y se dirigió a la ducha. Dejó que el agua caliente le resbalase por todo el cuerpo, pero en especial por sus pechos, tan llenos de recuerdos. Las lactancias de sus hijos, el sexo despreocupado con su marido, siempre anticipado en caricias a su escote... Se secó, se vistió y salió dejando la casa aún a oscuras.
Ya en el coche, no quiso ni escuchar la radio. Prefería pensar en todo lo que había vivido y no sabía si seguiría viviendo...
Cuando llegó al hospital, se dirigió al mostrador de recogida. Dio su nombre y esperó, sin poder evitar taconear una y otra vez sobre el suelo con uno de sus pies... Al poco rato, una señorita le alargó un sobre. Ella lo apretó contra el pecho unos segundo y luego lo abrió temerosa.
Leyó las conclusiones... y sonrió, eufórica, mientras una lágrima rodaba por su mejilla.
Se acaba de hallar el primer vestigio de cáncer de mama en Egipto. Data del año 2200 a.C. Desde entonces hasta ahora ha matado a incontables mujeres. Hoy, en España, más del 80 % de las mujeres a las que se diagnostica un cáncer de mama, se cura y vive su vida feliz.
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