El buen salvaje
Concha es parte de la alta cultura transversal que se fue
Ayer se nos fue tal vez el último estertor de la alta cultura española que no estaba manchada de fango de trinchera
El ministerio de Cultura es uno de los más importantes de un gabinete en el que a menudo se cuelan carteras estériles con nombres estrambóticos que quieren cambiar el mundo sin conseguirlo. La Cultura tampoco lo hace, refleja cómo se transforma. No es ningún arma, a no ser que se quiera usar como fusil de asalto cerebral. En ese sentido, cuando el ministro de Cultura asegura que su asignatura es un dique contra la extrema derecha siente uno la rabiosa molestia de un puñado de arena en los ojos. A los de su grupo les sale pronto el latiguillo ideológico como a Lolita Flores tocar las palmas. A ver. El futurismo sublimaba el fascismo y no vamos a quemar las obras de Marinetti. Es más, que me regalen algo de Marinetti.
Ayer se nos fue tal vez el último estertor de la alta cultura española que no estaba manchada de fango de trinchera, una mujer que simbolizó la inocencia alegre de un cierto franquismo yeyé y que se hizo gran actriz y votante socialista, como la mitad de los españoles, sin señalar ni que la señalasen por eso. Concha, la diva del descansillo, de la edad de las abuelas, mujer empoderada, que se dice, sin tutelas ministeriales de las que parece que anuncia Urtasun, que es ver a quién subvenciono. Como él lo siente Marisa Paredes, diva de la progresía cainita, supongo que poniendo en escena las ideas gubernamentales cuando, en plena capilla ardiente de la actriz fallecida, gritó a Ayuso que se fuera, como si Concha Velasco, la Cultura, fuera toda suya y los que votan al PP tuvieran derecho a verla solamente escondidos en la intimidad de sus casas. El cine de barrio de Concha y de Tony Leblanc a hurtadillas. ¡Censurar al espectador! Las películas de Marisa Paredes también las ve la derecha, si bien cuando le sale la vena Pasionaria es comprensible que le den a la pausa. Oiga, no me insulte, dirán, que Ayuso ganó por mayoría absoluta. La mitad más uno de los que fueron a votar, muchos de los que Paredes se encuentra por la calle cada día. Vivir con esa idea debe ser duro. La Cultura la ayudaría a tragar ciertos sapos.
Concha, pues, fue más grande que los miembros de esta pandilla culturetilla que hace bullying a los que piensan diferente y no solo no se reconocen agresores o delincuentes morales sino que alardean de ajusticiar ideas como si estuvieran interpretando a un Robespierre cañí, rancio y casposo en su aparente elegancia. Así, los crímenes culturales de cierta izquierda manchada de sangre se perdonan incomprensiblemente mientras España pierde su postrera figura transversal.
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