Opinión

«Ni en desiertos remotos ni en montañas lejanas»

«Los terribles atentados del 11-M ejecutados en cuatro trenes el jueves anterior al domingo electoral provocaron la suspensión de la campaña electoral ante la gran conmoción creada en la población»

Tal día como hoy 14 de marzo, pero de 2004, se celebraron unas elecciones generales que debieron haberse aplazado sin género de duda. Al menos una semana, para facilitar que los millones de españoles convocados a las urnas, pudieran recuperar la serenidad y calma para poder hacerlo en condiciones «normales». El propio legislador en la ley electoral, establece condiciones para favorecer ese clima de sosiego previo a ejercer el derecho de sufragio por parte de la ciudadanía.

Como ejemplo para avalar esta afirmación, basta recordar dos límites establecidos al respecto por el legislador: la jornada de reflexión el día previo a la jornada de votaciones, y la prohibición de publicar encuestas en la semana inmediata anterior a esa misma fecha. Los terribles atentados ejecutados en cuatro trenes el jueves anterior al domingo electoral y que están inscritos en nuestra Historia de manera indeleble como un Jueves sangriento, el «11 M», provocaron la suspensión de la campaña electoral, ante la gran conmoción creada en la población. Esa tensión fue en aumento a medida que la inicial creencia de que la autoría era propia de la banda terrorista ETA, fue desvaneciéndose ante la posibilidad de que fuera obra del terrorismo islámico.

En ese estado emocional, en lógica coherencia con la ley electoral, al no existir margen ninguno para la reflexión, lo adecuado hubiera sido un acuerdo entre el gobierno del PP y la oposición del PSOE para aplazar las elecciones. Pero lejos de ello, fue alimentado un lamentable estado de opinión, en cuya virtud «si era obra de ETA, el PP arrasaba», y «si eran yihadistas ganaba el PSOE». A esa situación a la que nunca debió llegarse, contribuyeron en especial por una parte algunos medios de comunicación, alimentando la hipótesis de que el gobierno mentía y que estaba ocultando información a la población, y, por otra, lo facilitó el gobierno con su política de comunicación en esos difíciles momentos.

Los acontecimientos vividos con anterioridad a esa fecha, en especial la guerra de Irak con la agitación social y política del «No a la guerra» y la información acerca de un comando etarra que preparaba un atentado para aquellas fechas, habían abonado el terreno para que la jornada de reflexión se convirtiera en una auténtica jornada de agitación, con acosos violentos a las sedes del PP. Aznar dijo en su comparecencia ante la Comisión de investigación creada en el Congreso, que «los que planificaron y eligieron ese día (11- M),no creo anden en desiertos muy remotos, ni en montañas muy lejanas». En todo caso fue una conspiración magistral para sus fines.