Elecciones en Alemania
Alemania tranquiliza a Europa
Después de cinco meses de negociación entre los dos grandes partidos alemanes, el socialcristiano CDU y los socialdemócratas del SPD, han llegado a un acuerdo para reeditar la «gran coalición que permitirá continuar dando estabilidad política en tres legislaturas consecutivas, si es que esta que arranca ahora agota su mandato. No ha sido fácil sellar un pacto porque se parte de un principio realmente demoledor: a ninguna de las dos formaciones –más los bávaros del CSU– les favorece electoralmente un pacto que, por otra parte, es necesario, que les desgasta y que sólo es un mal menor de lo que supondría repetir las elecciones. En esa zona de fricción está sobre todo la crisis migratoria y el empuje de la extrema derecha de Alternativa por Alemania (AfD), que se ha convertido en el tercer partido y que, además, accedió al Bundestag por primera vez con un discurso abiertamente xenófobo y contrario al euro. Si este acuerdo para la «gran coalición» no hubiese salido adelante, se vislumbraba como último beneficiario el AfD, que con el 12,6% de los votos (94 escaños) empezaba a soñar con alcanzar el 20%, lo que supondría situarse al nivel del SPD. Por lo tanto, no había más alternativa que sellar un pacto, como así lo ha entendido la militancia socialdemócrata, que votó favorablemente: un 66% de los afiliados del SPD se ha pronunciado a favor. Esta sería la primera lectura en clave interna: por encima del desgaste que podían sufrir los dos grandes partidos, se ha antepuesto el interés nacional y evitar que la primera economía de la UE entrara en una crisis aguda de complicada resolución. No había más alternativa. Las consecuencias en Europa, porque, aun saliendo debilitada la coalición –cinco meses para un acuerdo da pistas de que no era fácil, además de que sus líderes están en la recta final de sus carreras–, es una respuesta a la oleada de populismo antiliberal y antieuropeo. No hay que olvidar que los xenófobos del AfD lideran la oposición en el Bundestag. Que el resultado que da vía libre a la «gran coalición» coincidiera con las elecciones legislativas italianas no es un dato menor. Era realmente preocupante la perspectiva de una repetición electoral en Alemania con un partido antieuropeo en alza y con el avance a su vez del populismo en Italia, contrario a los Estados Unidos de Europa que preconizan Macron y también el depuesto Schulz. Una de las medidas del acuerdo de coalición es precisamente una mayor contribución económica a los presupuestos comunitarios, aunque con más control sobre los deudores. Desequilibrar Alemania supone desequilibrar el conjunto de la UE y dejar espacio abierto a ese estado de resignación basado en que no había otra alternativa que reeditar un pacto que nadie quería. Al final, un instintivo sentido de Estado ha vuelto a entrar en funcionamiento y, aunque la coalición sea un mal necesario, ambos partidos han negociado con firmeza para hacer prevalecer sus posiciones en el programa de Gobierno. La austeridad de Merkel se verá contrarrestada por una inversión de 4.000 millones de euros en programas sociales – en educación, ayudas a gente mayor, cableado de fibra óptica o sistema de pensiones–; por contra, el SPD que quería regenerarse en la oposición para dar un impulso en el año de su centenario, acabará responsabilizándose en importantes áreas de gobierno, pero también de limitar a 1.000 casos mensuales la reunificación familiar de refugiados. Alemania pone freno al avance del espíritu antieuropeo del Brexit, Donald Trump, Putin y la extrema derecha del AfD.
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