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Cambio necesario en el fútbol

La Razón
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La resolución de la Sala de lo Social de la Audiencia Nacional, admitiendo el recurso de la Liga de Fútbol Profesional contra la huelga convocada por la Asociación de Futbolistas Españoles, soluciona un conflicto inmediato –el cumplimiento del calendario del actual campeonato de Liga– pero no el grave problema de fondo que afecta al fútbol español, con el enfrentamiento crónico entre la Real Federación Española, que preside desde hace ya 26 años Ángel María Villar, y la Liga Profesional, actualmente dirigida por Manuel Tebas. Pese a los buenos oficios conciliadores del Consejo Superior de Deportes, que ayer hizo pública una inusual nota de general elogio y agradecimiento para todos los sectores implicados en esta última trifulca, para nadie es un secreto que las espadas siguen en alto y que la pretendida convocatoria de huelga de los futbolistas –anulada por incurrir en probable causa de ilegalidad– había sido inducida directamente desde los despachos de la Federación como medida de presión contra el real decreto que regula la comercialización conjunta de los derechos de televisión –que fue aprobado ayer en el Congreso por 194 votos a favor, uno en contra y 113 abstenciones– y que, según todos los indicios, se percibe en el círculo de Ángel María Villar como una amenaza para la privilegiada situación de preponderancia de la que goza la Federación en el mundo del «deporte rey». Tal es así, que incluso entre los protagonistas del paro, los propios futbolistas profesionales, se traslucía una clara confusión sobre las razones de la convocatoria, que algunos atribuían al exceso de presión fiscal sobre los derechos de imagen y al cambio de las condiciones en la tributación a través de sociedades; mientras que otros deportistas concernidos por el real decreto –los de alto nivel–, mostraban su rechazo a la huelga y comenzaban a movilizarse en favor de la nueva legislación impulsada por el Gobierno de Mariano Rajoy. Durante todo el conflicto, el presidente de la Federación, Ángel María Villar –que se apresuró a dictar la suspensión del campeonato de Liga nada más anunciarse la convocatoria de la huelga– ha tratado de maniobrar en un segundo plano, negándose a acudir a los actos de conciliación. Cuando un directivo, como es el caso de Villar, permanece más de medio siglo al frente de una organización con tanta influencia en la vida nacional como tiene la RFEF se corre el riesgo de confundir el cargo con un patrimonio personal, habitualmente sostenido por redes clientelares. Más allá de las dudas sobre las bondades del real decreto –que parecen evidentes para la mayoría de los afectados– , lo cierto es que ha llegado la hora de abordar la renovación del órgano de gobierno del fútbol español. Y que ésta debe comenzar por su presidente.