Ciudadanos

Ciudadanos no tiene banquillo

No es cuestión de indagar en las razones personales de aquellos políticos que, tras una larga trayectoria, generalmente fructífera, en sus partidos de origen deciden pasarse a otra formación, generalmente a la vista de elecciones y con un puesto de salida en la listas electorales por sus nuevas siglas. Pero sí conviene hacer una reflexión sobre los partidos que, como Ciudadanos, fomentan este tipo de transfuguismo que, en demasiadas ocasiones, supone la contravención de su propias reglas de juego. Denota, cuando menos, una preocupante falta de banquillo propio y dice muy poco de las convicciones ideológicas de los candidatos. Este es, sin demasiadas diferencias, el caso de los dos últimos fichajes del partido naranja, en las figuras de la ex presidenta de las Cortes regionales de Castilla y León, Silvia Clemente, y del antiguo y ubicuo cargo público socialista, Joan Mesquida, que pese a que ninguno de los dos cumple el requisito interno de llevar nueve meses afiliados a Ciudadanos, han sido incluidos en las primarias de Castilla y León y Baleares para encabezar las respectivas candidaturas a las elecciones generales del próximo 28 de abril. Choca esta indisimulada cacicada de la dirección nacional de Ciudadanos con la firme denuncia, ayer mismo, de Inés Arrimadas, cabeza de lista naranja por Barcelona, de la práctica del «dedazo» que, según ella, se practica en otros partidos a la hora de componer las listas electorales. Pues bien, saltarse el reglamento interno, aunque se aduzca una fórmula legal que, en realidad, está prevista para casos excepcionales, para condicionar la decisión de las agrupaciones locales se parece mucho a esos «dedazos» tan execrables para la candidata barcelonesa Arrimadas. Supone, también, un desprecio hacia quienes han cumplido las normas y han llevado a cabo sus tareas militantes en la siempre ingrata oposición y, por último, aunque no menos importante, suelen causar enfados y enfrentamientos personales en las bases del partido, que, a su vez, alimentan sin solución de continuidad nuevas fracturas y actos de transfuguismo. Aquí sí cabe establecer algunas diferencias entre los escenarios que pueden provocar Silvia Clemente y Joan Mesquida, puesto que la primera ha sido recibida con sorpresa y hostilidad por buena parte de los afiliados castellano-leoneses de Ciudadanos –de hecho existe una sólida candidatura alternativa para las primarias encabezada por el diputado nacional Francisco Igea–, mientras que en el caso de Joan Mesquida –que no pudo presentarse a las primarias del PSOE balear en 2014 por no conseguir los avales necesarios– hacía algunos meses, al menos desde julio del año pasado, que podía intuirse su designación por parte de Albert Rivera. Si cuando Ciudadanos saltó a la política nacional desde Cataluña podía entenderse que muchos ex cargos de otros partidos, también simples militantes, cogieran el tren en marcha de una formación política que se consideraba emergente, ideológicamente ecléctica y sin las cargas que siempre deja un largo ejercicio del poder, ahora no tiene justificación. Porque no hablamos de incorporar a las listas electorales personajes independientes de relumbrón, con supuesto tirón electoral, como el caso del ex primer ministro francés Manuel Valls, sino de rebuscar directamente, cuando no cultivar, entre los inevitables malestares de otros partidos, con un claro perjuicio para su imagen. Pero, en definitiva, preocupa mucho más la falta de recursos personales propios de una formación que se presenta como alternativa de gobierno que estas pequeñas marrullerías.