Premio Nobel de Literatura
Dylan obliga a replantear el Nobel de literatura
La Academia Sueca distinguió ayer a Bob Dylan con el Premio Nobel de Literatura 2016, en una elección tan inesperada como controvertida, como demuestra la cascada de reacciones encontradas que suscitó la designación. Con Dylan se distinguió por primera vez a un cantautor, del que el jurado elogió las «nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción estadounidense». Por supuesto, está fuera de toda discusión la enorme y trascendente carrera del artista estadounidense, que ha marcado a generaciones en todo el mundo con composiciones legendarias que se convirtieron en crónicas de denuncia social, pero que también retrataron el alma humana como nadie. La discusión, por tanto, no reside en sus abrumadores méritos como artista, sino en qué entiende a partir de este momento la Academia por literatura y si esa nueva interpretación obligará o no a alterar la convención histórica y cultural. Obviamente, los padrinos del Nobel son muy libres de establecer novedosos criterios que pueden alcanzar a, efectivamente, cantantes, periodistas, locutores y, por qué no, ilustradores, viñetistas, tuiteros y hasta «grafiteros». Puede que, en efecto, una sola frase escrita en cualquier pared pueda encerrar más valor e interés literario que muchísimos libros. Pero que nos lo aclaren, o que, todavía mejor, abran el Nobel a más categorías artísticas, como ocurre ya con otros prestigiosos galardones, de manera que los académicos suecos estén en condiciones de reconocer méritos sin que requieran de una honda explicación.
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