Gobierno de España
El bloqueo político es incompatible con Europa y los inversores
Lo hemos repetido y habrá que seguir haciéndolo: España no se puede permitir convocar unas terceras elecciones generales. Éste debería ser el principio que presida las negociaciones para la formación de un gobierno. La Constitución no prevé nada sobre la posibilidad de volver a las urnas después de dos intentos fallidos de investidura, pero tampoco podemos entrar en la dinámica de creer que se puede estar sin gobierno durante tiempo indefinido. Hay motivos de peso: la parálisis de las inversiones, el incumplimiento de los compromisos con nuestros socios europeos y el descrédito ante la comunidad internacional y, sobre todo, ante la sociedad española. No es una cuestión de imagen, sino de solvencia y capacidad para dar respuesta a los problemas derivados del funcionamiento democrático. La situación en la que nos encontramos no es una anomalía del sistema: si no hay una mayoría suficiente en las dos votaciones de investidura y se agota el plazo previsto de dos meses, «el Rey disolverá ambas Cámaras y convocará nuevas elecciones con el refrendo del presidente del Congreso» (art. 99). Y ahí acaba el articulado sobre esta materia. Pero repitiendo por dos veces consecutivas los comicios, sí entramos en una zona de riesgo que afecta al sistema de partidos, incapaces de resolver una situación cuando hay una formación que dispone de votos que, aunque no alcanza la mayoría absoluta, sí puede servir de base para formar gobierno, sobre todo teniendo en cuenta que hay margen de entendimiento suficiente entre PP, PSOE y Ciudadanos. El documento que el PP ha puesto como base para un diálogo no supone una barrera insalvable y es lo suficientemente amplio como para encontrar puntos en común en materias como el sistema de pensiones, el pacto por la educación, la exclusión social y la pobreza, la independencia de la Justicia y la regeneración. Todos estos capítulos están en los programas de los partidos que podrían facilitar el gobierno, por lo que no hay nada que impida desbloquear la situación. El escenario de repetir las elecciones sólo nos asegura el crecimiento de la desafección hacia la política que, como es sabido, es un terreno fértil para que se desarrollen fórmulas populistas de todo tipo. En Europa no entenderían que no se pueda formar gobierno después de dos intentos, sobre todo cuando depende del PSOE, el partido que reivindicaba en la pasada campaña la marca «socialdemócrata» ante los intentos de apropiación de Podemos, la misma tradición política que gobierna coaligada con Merkel en Alemania. Nada impide que el PSOE dialogue o negocie, como precisó Pedro Sánchez (estamos en el momento del matiz semántico), pero con Rajoy, parece que sólo funciona la ofuscada estrategia de castigar al PP, bajo la peregrina idea de que ese desgaste puede beneficiar a los intereses de los socialistas para aspirar a gobernar. Pero la realidad dice otra cosa: Sánchez llegó a la secretaría general hace exactamente dos años. El descenso del partido ha sido constante y todo indica que no ha tocado fondo. Europa no entendería que tres partidos que se sitúan en la centralidad política no fuesen capaces de desbloquear la situación, pero tampoco el conjunto de la ciudadanía, que asiste perpleja a cómo los políticos les reclaman insistentemente en las urnas para resolver un problema para el que ya han dado la solución. Es urgente que el PSOE clarifique su postura que es, en definitiva, más sencilla que la complejidad con la que la están vistiendo: ¿dejará que gobierne Mariano Rajoy?
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