Elecciones generales
El CIS contempla la peor de las hipótesis: que gobierne Podemos
La encuesta sobre intención de voto del CIS, la primera que contempla la coalición de Podemos e Izquierda Unida a la hora de tabular las respuestas de los ciudadanos, pronostica la victoria insuficiente del Partido Popular, el estancamiento de Ciudadanos, la debacle del PSOE y el crecimiento de la izquierda radical, que supera decisivamente a los socialistas, relegándoles al tercer puesto. A nadie se le escapa que el panorama que describe la encuesta, sin querer pecar de alarmismos, supone la peor de las hipótesis: la de un Gobierno de Pablo Iglesias apoyado por Pedro Sánchez, tal y como ya ha ocurrido en las comunidades autónomas y en los ayuntamientos donde ambas fuerzas sumaban mayoría aritmética. Pero no tiene por qué ser inevitable: los encuestadores del CIS detectan un alto porcentaje de indecisos –casi un tercio– entre los antiguos votantes del PP y del PSOE lo que, sin duda, abre posibilidades correctoras y otorga un factor estratégico esencial a la campaña que acaba de comenzar. El principal interpelado es, por supuesto, el propio presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, obligado a mejorar unas previsiones electorales que, de cumplirse, romperían el actual consenso social y pondrían en grave riesgo la recuperación de la economía. A nuestro juicio, es imprescindible que el Partido Popular haga un mayor esfuerzo en la campaña y recupere a unos electores desencantados con una legislatura que ha discurrido en el peor escenario de crisis y que se ha visto, además, enturbiada por unas denuncias de corrupción especialmente dirigidas hacia el partido en el Gobierno. Creemos, sin embargo, que la candidatura de Mariano Rajoy posee bazas suficientes para lograr el objetivo, ya que representa la mejor opción de crecimiento económico y respeto al equilibrio institucional, sin aventuras que sólo conducen a la frustración. En definitiva, una apelación al voto útil, entendido desde la racionalidad y la búsqueda del interés común. Muy diferente es la situación del actual secretario general socialista, Pedro Sánchez, a quien los sondeos –todos los sondeos– auguran que acabará por llevar al socialismo español a la subordinación ante la izquierda extrema. Bajo su liderazgo, el PSOE ha dado legitimidad al discurso populista de Podemos y de Izquierda Unida, no sólo sumándose a la campaña catastrofista y falaz de una España devuelta a la miseria tercermundista y sin coberturas sociales, sino con una estrategia de oposición radical a la labor reformadora del Gobierno, incluso frente aquellas medidas de urgencia que ya venían apuntadas por el anterior Ejecutivo socialista. Si a ello le añadimos la ambigüedad calculada ante los nacionalismo, que ayer denunció el anterior secretario general, Alfredo Pérez Rubalcaba, tendremos la fórmula que ha hecho posible el fortalecimiento de la izquierda populista. Sólo un retorno claro y creíble hacia las posiciones moderadas y equilibradas de la socialdemocracia europea, hacia el entendimiento con los partidos constitucionalistas que defienden los mismos valores de la democracia occidental, podría llevar al PSOE a recuperar su posición de referencia. Porque lo que se atisba tras un triunfo de Podemos es un escenario de sobra conocido: impuestos confiscatorios a las clases medias profesionales, a los trabajadores sujetos a una nómina y a los pequeños y medianos empresarios para alimentar un gasto público ineficiente. El espejo de Grecia.
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