Río 2016
El deporte español dio la cara
Los Juegos Olímpicos están considerados como la reválida que mide la salud y la situación del deporte a nivel nacional. Este gran acontecimiento se convierte en una radiografía no siempre perfecta, pero sí veraz. Llegan a él los mejores deportistas del planeta en múltiples especialidades y las competiciones te sitúan con variaciones circunstanciales en el lugar que cada uno merece. Desde la cita histórica de Barcelona 92, en la que se lograron unos resultados históricos, el deporte español ha resistido la comparación con aquel hito como ha podido, con luces y sombras, pero siempre dentro de un nivel medio considerable en un país que ha entendido más tarde que otros la trascendencia del deporte en la prosperidad de una sociedad, pero que tiene los mimbres necesarios tanto humanos como materiales para codearse con los mejores en más disciplinas cada día.Y eso es exactamente lo que los nuestros han demostrado en estas semanas de competición en tierras brasileñas. Si ya en Londres comentábamos hace cuatro años que España había alcanzado un buen nivel, alejado de aquel país en depresión de entonces, y que nuestros deportistas nos regalaron una magnífica imagen de la nación, lo de Río de Janeiro ha refrendado las positivas sensaciones que nos dejaron en la capital de Reino Unido y las ha aumentado. En el momento de hacer balance de los Juegos que finalizaron ayer, es de justicia hablar de un más que meritorio papel de nuestros deportistas, con un rendimiento general que merece el reconocimiento. Más allá de los datos del medallero –que también han sido relevantes–, la impresión ha sido que los integrantes de la delegación española han cumplido las expectativas, que compitieron y compitieron bien, y que contaron entre sus filas con suficientes actuaciones notables, sobresalientes y algunas excepcionales. El presidente del Comité Olímpico Español, Alejandro Blanco, concedió ayer una nota de «10» a la actuación del equipo «más allá de los resultados». Y aunque se nos pueda tachar de poco exigentes, ingenuos o benevolentes, estamos fundamentalmente de acuerdo con su reflexión. En el terreno de los números, de las preseas, el balance es más que satisfactorio con una recta final de Juegos muy positiva. Los españoles lograron 17 medallas, las mismas que en Londres, pero con 7 oros, la cifra más alta después de Barcelona, 4 platas y 6 bronces. 38 de los nuestros lograron diplomas olímpicos, es decir que estuvieron entre los ocho mejores de sus disciplinas, lo que refleja un tono global más que estimable. Como hace cuatro años, han sido también los Juegos del deporte femenino para nuestro país, que partió ya con una representación casi paritaria en Río. El rendimiento de nuestras deportistas ha sido de nuevo admirable y, como ya sucediera en tierras británicas, nos han mostrado que son más capaces de llevar su entrenamiento hasta el máximo y de esforzarse para dar lo mejor de sí mismas en cada prueba. Y, como sucede en todos los grandes acontecimientos, han sido también los Juegos de nombres de ilustres fenómenos españoles que se han ganado un hueco en la historia y el agradecimiento de todo un país por situar a España en lo más alto por su categoría humana y deportiva. Río será recordado en la memoria colectiva por Carolina Marín, Ruth Beitia, Pau Gasol, Saúl Craviotto, Rafa Nadal... o por el grandísimo ejemplo de Jesús Ángel García Bragado y su excepcional actuación en los demoledores 50 km marcha en sus séptimos Juegos. Y otros muchos, por supuesto. También honor para los deportes de equipo, especialmente el baloncesto, cuyas selecciones masculina –con una generación de jugadores ya mítica– y femenina subieron al podio en los mismos Juegos por primera vez en la historia del deporte español, sin olvidar al conjunto de gimnasia rítmica ni tampoco a los piragüistas. Hablamos de un puñado de referencias que han sabido liderar al resto. Todos ellos, y los que no pudieron acudir a Río pero lucharon por alcanzar su sueño estos cuatro años, y los que llegan por detrás en las categorías inferiores de los distintos deportes, merecen que sus esfuerzos y sus sacrificios estén acompañados por el apoyo real y eficaz de la sociedad, especialmente de todos aquellos, del ámbito público y privado, que pueden responder a sus necesidades y colaborar en que nuestro deporte haga buenas las grandes posibilidades y el potencial de la nación. Se han cerrado unos Juegos no exentos de polémica, con problemas de organización y de seguridad, que deben forzar una reflexión en el Comité Olímpico Internacional sobre la necesidad de no experimentar en la elección de las sedes olímpicas y asegurarse una sede y un país con las necesarias garantías. Los deportistas ya sueñan con Tokio 2020 y con que nuestra bandera ondee si cabe más alto.
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