El «aquelarre» etarra
El gran ejemplo de las víctimas
El Partido Popular ganó sus primeras elecciones generales el 3 de marzo de 1996. Actualmente, sigue gobernando, después de dos legislaturas en la oposición (2004-2011), con la vocación de ser una fuerza central en la sociedad española, aspecto clave en su estrategia de gobierno que, en los comicios de 2011 que llevaron a Rajoy a La Moncloa, fue rubricado con cerca de 11 millones de votantes. El PP conecta plenamente con las aspiraciones de bienestar y convivencia democrática. Si ha habido algo que ha alterado el progreso de España ha sido el terrorismo de ETA, sufrido durante cuarenta años y, de manera muy especial, en nuestro periodo democrático, con campañas de una violencia insoportable en lo humano y en lo político. Ha sido la mayor amenaza de estabilidad, convirtiendo el País Vasco en una anomalía democrática en la que los políticos no nacionalistas vivían perseguidos y morían por defender sus ideas. Desde que el PP llegó al Gobierno no ha cambiado su política antiterrorista, basada en un objetivo claro e innegociable: acabar con ETA, juzgar y condenar a los asesinos, poner coto a la impunidad de los colaboradores políticos de los terroristas y conseguir que el País Vasco viva en libertad. Acabar con ETA con la única herramienta que tiene un Estado de Derecho: la Ley y la acción de las fuerzas de orden público. Por un lado, en junio de 2002 el Parlamento aprobó la nueva ley de partidos defendida por el PP por la que se podían ilegalizar formaciones que fuesen contra los principios democráticos y constitucionales, lo que situó en el colapso a los grupos de apoyo a los terroristas, con HB a la cabeza. Por otra parte, la presión policial no ha bajado la guardia en ningún momento y todos los dirigentes operativos de ETA han acabado en la cárcel. Por último, un hecho determinante que el guión de los terroristas, ni siquiera el del nacionalismo más acomodaticio, contemplaba: el paso al frente que dieron muchos ciudadanos vascos en defensa de la libertad, de la vida y de sus ideas. Fue un gesto de una fortaleza cívica que ha impreganado a toda la sociedad española. Ésa ha sido la gran herencia dejada por la víctimas del terrorismo. La lucha ha sido larga, el sacrificio duro y el resultado no encierra ninguna duda: ETA anunció en octubre de 2011 que dejaba la «actividad armada» sin conseguir ninguno de sus objetivos. Por más doloroso que sea ver en libertad después de haber cumplido sus penas a algunos de los miembros más sanguinarios de la banda y por más indignante que sea ver cómo sus cómplices políticos están al frente de instituciones democráticas que ellos han manchado de sangre, la derrota de ETA es inapelable. El gran triunfo es que las víctimas, frente a la indignidad de los terroristas, se han convertido en un ejemplo de civismo que nadie debe echar en el olvido. Sin ellas, no hay paz verdadera.
✕
Accede a tu cuenta para comentar