Resultados Elecciones Generales 2016
El PSOE no puede llevarnos a unas terceras elecciones
La reunión que Mariano Rajoy mantuvo ayer con Albert Rivera dentro de los contactos para conseguir una mayoría que le permita formar Gobierno, quedaron claros varios puntos: que Ciudadanos estaría dispuesto a apoyar un Ejecutivo en minoría y llevar a cabo una «oposición constructiva». La formación naranja ha clarificado de esta manera una posición que durante la campaña electoral fue un medido ejercicio de ambigüedad, pero que, vistos los resultados, le ponía en un serio compromiso bloquear la situación política. Su posición abre la puerta a una negociación en base a puntos concretos del programa, despeja el terreno y obliga al PSOE a que defina su postura. Sabemos que Pedro Sánchez ha dicho por activa y por pasiva que nunca apoyaría al PP, pero no por repetir este mantra clarifica su posición, porque de cumplirse finalmente nos abocaría a unas terceras elecciones, un escenario que, en principio, tampoco él desea. Esa contradicción la resaltó ayer Alfonso Guerra: Sánchez no puede impedir un Gobierno de Mariano Rajoy, aunque sea absteniéndose, y a la vez negar que pueda haber elecciones anticipadas. Éste es el dilema ante el que se encuentra el PSOE y no vale escudarse en que el Comité Federal aprobó no apoyar en ningún caso a Rajoy, porque la realidad es otra y la política opera sobre los hecho concretos y no sobre los deseos que no estén respaldados por votos. Y hasta el momento, el PSOE cuenta con 85 diputados, 52 menos que el PP. Al líder socialista, si quiere actuar en representación de más de cinco millones de votantes y bajo la responsabilidad histórica de un partido de gobierno, no le queda más opción que desbloquear la situación, que va más allá de que Rajoy vuelva a La Moncloa. Se abre una etapa donde se va a medir la verdadera talla de los dirigentes políticos, que no consiste en cerrarse en un «no» permanente, sino en conseguir que tus políticas se puedan aplicar. Es decir, Sánchez debe poner encima de la mesa cuáles son las reformas que deberían llevarse a cabo si finalmente ofrece su abstención –o la de algunos diputados– para que Rajoy gobierne. Debe buscar los puntos en común con el PP –que existen, por supuesto–, los grandes temas de Estado, aquellos que nos comprometen con Europa y las reformas que deben ser mejoradas. Si cierra la puerta a la formación de Gobierno, estaría haciendo realidad un escenario que no puede deparar nada bueno: el primer damnificado político será el PSOE. Sánchez debe permitir que gobierne el PP y, a su vez, ejercer de oposición. Y está en su derecho de hacerlo con contundencia. Los electores socialistas ven positivo de manera mayoritaria que Sánchez permita el Gobierno a cambio de negociar su programa. Como no podía ser de otra manera, Pablo Iglesias intentó ayer que esta posibilidad no se produzca. Digamos que metió el «miedo en el cuerpo» a Sánchez, adelantándole que de abstenerse en la votación de investidura estaría dimitiendo de su función de jefe de la oposición, tarea que pasaría de manera inmediata al líder de Unidos Podemos. Algo previsible que sólo evidencia la desorientación política e ideológica de Iglesias: ¿ignora acaso que la socialdemocracia de Europa actúa con responsabilidad cuando se trata de los intereses generales del país? El coste de un bloqueo por parte del PSOE que obligue a repetir las elecciones por tercera vez puede ser grave para los socialistas, y provocaría continuar su descenso electoral hasta convertirse en un partido que se aleje definitivamente de la centralidad.
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