Bruselas

Escocia: aviso a navegantes

Ha bastado con que un sondeo de opinión otorgue por primera vez una ligerísima ventaja a los partidarios de la independencia escocesa para que la libra caiga frente a las principales divisas internacionales, tocando su nivel más bajo de los últimos diez meses. Igualmente, el efecto negativo se ha hecho sentir sobre las empresas más ligadas a la economía escocesa, que se han desmoronado en la Bolsa de Londres. No escapa casi ningún sector –astilleros, banca, energía, metal-mecánica, seguros– a este aviso a navegantes que, sin embargo, no parece hacer mella en los impulsores de la secesión del Reino Unido, que actúan como si la realidad no existiera. Mientras Londres, muy consciente de los perjuicios que acarrearía a los ciudadanos del Reino Unido, incluidos, por supuesto, los escoceses, el triunfo del «sí», ha ofrecido mayores cotas de autonomía a Edimburgo, el jefe del Gobierno nacionalista, Alex Salmond, ha despachado el ofrecimiento calificándolo desdeñosamente de «soborno de último minuto» y prometiendo a los electores dos garantías –la permanencia en la UE y el uso de la libra esterlina– que no sólo no están en su mano, sino que ya han sido calificadas de «muy improbables» por Bruselas y el Banco de Inglaterra, y claramente rechazadas por Downing Street. De hecho, la reacción de los mercados financieros y las notas de las agencias de calificación internacionales dan por descontado que Escocia perdería solvencia y tendría muchos más problemas para financiarse, además de tener que asumir la parte alícuota de una deuda soberana de 1,6 billones de euros (seiscientos mil millones más que la española). Aunque los nacionalistas catalanes han querido establecer paralelismos entre el proceso secesionista escocés y su desafío separatista, algo afortunadamente imposible dado que Cataluña está amparada constitucionalmente frente a aventurerismos, si se advierten las primeras divergencias de fondo sobre las consecuencias jurídicas de una hipotética ruptura. Ayer, el presidente de la Generalitat, Artur Mas, admitió que no tendría sentido establecer un Estado que no obtuviera el reconocimiento internacional lo que, por lo menos, es un avance hacia la aceptación de la realidad de quien, como Alex Salmond, ha venido negando la evidencia. El problema es que Artur Mas parece incapaz de mantener un discurso coherente, maniatado como está por una alianza «contra natura» con la izquierda radical catalana que puede llevar a CiU a convertirse en un partido irrelevante. Mas debería aceptar las ofertas que ha recibido de otras fuerzas políticas para deshacerse de la losa de ERC y rectificar un error que amenaza con crear una grave fractura entre los catalanes y que no dará más fruto que una inmensa frustración social. Todavía está a tiempo de rectificar.

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