Presidencia del Gobierno
Fin del espejismo de Podemos
A pocos días de que se cumpla en este mes de julio el primer año de la legislatura, la acción de gobierno y de oposición se ha dejado sentir con desigual incidencia en la valoración de los ciudadanos. La aritmética parlamentaria, con un Ejecutivo en minoría, y una Cámara atomizada, ha deparado un escenario con más tensión que resultados por las notables dificultades para articular respaldos suficientes con los que sacar adelante la producción legislativa necesaria. En ese contexto, el barómetro de julio de NC Report para LA RAZÓN confirma de nuevo al PP como el primer partido del país con 142/146 escaños, nueve por encima de lo que obtuvo en las elecciones de junio de 2016. Esa supremacía es un aval relevante para un partido que ha pasado por dificultades, pero que ha demostrado una fortaleza y una lealtad de sus votantes envidiable. Sin embargo, también es cierto que la evolución de voto en nuestros sondeos revela un descenso en los apoyos en los últimos cuatro meses desde el cénit de 158 escaños en marzo de 2017. Esa es la otra realidad del PP. Resulta inevitable vincular el desgaste a los casos de corrupción, especialmente, y a la propia gestión de un gobierno en minoría, más allá de que sea cierto que los gabinetes de Mariano Rajoy han aprobado un importante paquete legal en materia de transparencia y responsabilidad públicas, y que las investigaciones judiciales contra las presuntas actuaciones corruptas se han desarrollado bajo los ejecutivos populares. Hay, por tanto, una voluntad manifiesta de limpiar y depurar conductas de abuso y malversación, pero está claro que el PP, a ojos de una parte de los votantes, debe ir más allá. El nuevo PSOE de Pedro Sánchez es la segunda fuerza del país con 80/84 diputados, según el sondeo de NC, uno menos que en los comicios generales. Sin embargo, su recuperación ininterrumpida desde el suelo de 72 parlamentarios en noviembre de 2016 experimenta un salto reseñable de seis escaños en este último estudio respecto del de mayo. Aún muy lejos del PP, Pedro Sánchez parece tener una oportunidad de recobrar el estatus preeminente que el PSOE nunca debió perder. Que el discurso socialista se mantenga en la sensatez y no plagie las posiciones extremistas de otros será fundamental para reubicarse en el interés de la gente. Podemos es, sin duda, el peor parado de las cuatro formaciones nacionales principales. La suya es una trayectoria declinante sin matices. La encuesta de julio le otorga 65/68 escaños, con la pérdida de otro millón de votos que sumar a los que ya se dejó en las generales del verano pasado. No hay visos de remontada, ni tan siquiera de que la hemorragia pare. Lejos están los tiempos del «sorpasso» al PSOE y de los sueños de ser hegemónicos en la izquierda. Su exposición pública se ha traducido en desafección ciudadana por una gestión calamitosa donde gobierna y por posiciones imposibles y errores groseros en su día a día, además de sus disputas internas. En este sentido, la moción de censura de Pablo Iglesias pasará a la historia de los desafueros parlamentarios. Ciudadanos es la otra cara de la moneda de lo que se llamó la nueva política. El partido naranja, que se ha movido con habilidad entre su apuesta por la gobernabilidad y la estabilidad con su respaldo a los Presupuestos y su posición de firmeza contra la corrupción, alcanza los 31/35 parlamentarios en este barómetro, tres por encima de las generales, y seis más que el estudio de NC Report de mayo. Se consolida, pues, la opción de una mayoría absoluta PP-Cs, que sería una alternativa seria. El constitucionalismo mantiene su fortaleza, mientras que los antisistema, los populistas, sufren el desgaste propio de un discurso vacío que carece de credibilidad en un escenario de bonanza económica que ha aventado sus vergüenzas.
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