España

Hollande, en la senda de Rajoy

La Razón
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Los mercados han recibido sin sorprenderse la rebaja de la calificación de la deuda de Francia por parte de la agencia Moody's. Ya a primeros de año, Standard & Poor's había tomado idéntica decisión y todo hace suponer que la tercera gran agencia de calificación norteamericana, Fitch, hará lo mismo. Ayer, la canciller alemana, Angela Merkel, advertía al presidente francés, François Hollande, de la necesidad de tomarse en serio los avisos de los analistas financieros. Enfrentados por la manera de conjurar la crisis del euro, no parece que Francia esté en disposición de cambiarle el paso a la estricta gobernanta alemana. En realidad, las razones que esgrimen los analistas internacionales para degradar la nota de Francia son las mismas que viene exponiendo desde hace más de un año la clase empresarial y los diversos representantes financieros galos: la economía del país se resiente por la pérdida de competitividad, el exceso de gasto público y la alta exposición de sus bancos a los sistemas financieros de Grecia e Italia. En estos momentos, la deuda exterior de Francia, aunque lejos de la italiana, supone el 82,3 por ciento del PIB (1,59 billones de euros), mientras que la española es del 61 por ciento del PIB (641.800 millones de euros). También se acotan, por hacernos más familiar el relato, indicios inquietantes de una crisis inmobiliaria. No hay que hacer muchas salvedades para reconocer paralelismos entre las situaciones de partida de España y Francia, salvo en el drama del desempleo que, sin embargo, también crece rápidamente en el país vecino. En este escenario, François Hollande debería seguir la senda que ha marcado el Gobierno de Mariano Rajoy y aceptar que no será eficaz una política de ajustes y aumentos impositivos si no va acompañada, como en el caso español, de una profunda reforma estructural. Cita Moody's como ejemplo de rigidez el mercado laboral de Francia, caracterizado por un elevado nivel de segmentación, burocracia y falta de flexibilidad, lo que explica que el gran fabricante de vehículos europeos, Renault,haya tenido que optar por desarrollar su producción en España, mucho más competitiva que Francia, tras abordar el proceso de reformas. Y lo mismo reza para otros mercados, como el de servicios. Es cierto que las perspectivas negativas sobre la evolución económica de Francia debilitan las pretensiones de Hollande en el seno de la Comisión Europea, en demanda de una mayor flexibilidad que favorezca el crecimiento. De ahí la contenida satisfacción germana ante la rebaja de la deuda gala, por cuanto sirve de aviso a navegantes para otros países que, como Bélgica, adolecen de los mismos desequilibrios. Y sin embargo, París acabará por reconocer que la medidas de estímulo y gasto público sólo han servido para retrasar la inevitable: el orden fiscal.