España
Intolerante Artur Mas
El presidente de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas, suspendió ayer abruptamente su asistencia a uno de los actos con más trascendencia social del empresariado catalán, como es la entrega anual de sus medallas de honor que, en esta ocasión, honraban a tres ilustres emprendedores cuya trayectoria profesional y esfuerzo ejemplar han contribuido de manera extraordinaria al desarrollo de España. Hombres como Jordi Comas, in memoriam, uno de los precursores de la industria del turismo; Miguel Ángel Torres, que abrió los primeros mercados internacionales al vino español, y César Alierta, que ha convertido a Telefónica en una de las multinacionales de las comunicaciones más importantes del mundo, recibían un más que merecido homenaje de sus pares de Cataluña que, en estos tiempos de tribulaciones, y no sólo económicas, están demostrando un compromiso fuera de toda duda con la sociedad. Además, el acto, dada su relevancia, estaba presidido por la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría que, en ausencia de Mariano Rajoy –de viaje para participar en la Cumbre Iberoamericana de Panamá– ejercía la máxima representación del Gobierno. Dos circunstancias que Artur Mas ha considerado con desprecio, en una actitud incalificable para un representante político pero que, sin duda, retrata al impulsor del proceso de ruptura de España. Cuando desde las filas del separatismo catalán se lanzan acusaciones de intransigencia y falta de diálogo contra el Gobierno de la nación, la verdad palmaria es la que representa Mas, cerrado a cualquier consideración racional y a las más mínimas normas del protocolo. Se hace cada vez más evidente el firme anclaje en los hechos que reflejan las posiciones, ya públicas, del líder de Unió, Josep Antoni Duran Lleida, cuando advierte del deterioro institucional que se está produciendo en Cataluña, hasta el punto de que la opción de una ruptura de la coalición nacionalista, hoy en el Gobierno catalán, ha dejado de ser una hipótesis descabellada para convertirse en una posibilidad más que real. Por supuesto, la ausencia de Mas no deslució un acto en el que la presidenta en funciones del Gobierno apeló a la responsabilidad compartida, a la unidad de acción y a la capacidad de diálogo como los instrumentos que han propiciado los grandes logros de España en los últimos 35 años. Con un colofón que, sin duda, no habrá pasado inadvertido a los asistentes: que el orgullo por el empresariado de Cataluña, por su capacidad de crecimiento, su apuesta por la innovación y su espíritu emprendedor no es un orgullo ajeno, sino propio, de los españoles. Y que el Gobierno es el de todos y está para garantizar las condiciones de estabilidad que permitan que el país siga creciendo.
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