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Las víctimas como prioridad

Ante el giro dado por los acontecimientos que, sin duda, ha supuesto un trauma añadido al dolor de los familiares de las 150 personas fallecidas en el Airbus estrellado en los Alpes, el Gobierno español ha decidido reforzar la Oficina de Atención a las Víctimas, así como el equipo multidisciplinar destacado sobre el terreno. Es una medida oportuna que responde a una necesidad real, la de dar cobertura a unas familias españolas que no sólo se enfrentan al impacto de la súbita pérdida de un ser querido, sino a la angustiosa espera de una compleja tarea de rescate e identificación de los cadáveres y a las inevitables formalidades burocráticas de la repatriación de los cuerpos. El apoyo institucional es, también, una manera de trasladar la solidaridad y el cariño de todos los ciudadanos a quienes han sufrido directamente una tragedia que no puede dejar a nadie insensible. Pero la catástrofe del vuelo de la compañía Germanwings, deliberadamente causada por la inexplicable conducta del copiloto del avión, obliga a las autoridades aeronáuticas a revisar los procedimientos de seguridad, tanto los operativos –en los que se incluye la selección, formación y seguimiento de las tripulaciones– como los que fueron establecidos a raíz de los atentados del 11-S que, desgraciadamente, se han demostrado susceptibles de provocar un efecto contrario al que se buscaba. Ayer, la Agencia Europea de Seguridad Aérea (EASA) emitió una «recomendación provisional» a las autoridades nacionales de aviación y a las aerolíneas para que establezcan nuevas medidas de seguridad y siempre haya «al menos dos personas autorizadas» en las cabinas de los aviones. Se trata de una medida ya adoptada en el espacio aéreo norteamericano, que no era obligatoria en Europa, aunque algunas compañías –como Iberia y Vueling– ya la tenían en cuenta en sus operaciones. Es una precaución que, sin duda, dificultará la repetición de lo ocurrido, aunque no debe tomarse como una panacea infalible puesto que, al menos en un caso, la acción criminal de un piloto de estrellar el avión se produjo pese a que el otro tripulante se encontraba en su puesto. La otra vía, la que se refiere al seguimiento de la salud psicofísica de los profesionales de la aviación, plantea el dilema ya examinado de que un exceso de presión en los reconocimientos médicos puede incidir negativamente en el estado psicológico de los afectados, por el temor a la pérdida prematura de la licencia de vuelo, es decir, a su medio de vida laboral. En cualquier caso, se trata de decisiones que no conviene adoptar bajo la terrible impresión de la tragedia cercana y que serán sometidas a las habituales recomendaciones que contiene todo informe sobre accidentes aéreos y que responden a su principal fin: mejorar la seguridad de la aviación comercial.