Presidencia del Gobierno
Los partidos deben oír al Rey
El Rey ha decidido «no iniciar, por el momento, nuevas consultas». Así se lo transmitió ayer a la presidenta del Congreso, Ana Pastor, en la reunión en la que ésta le comunicó oficialmente el resultado de la pasada investidura y que a continuación hizo público la Casa del Rey en un comunicado. Es tarea de las formaciones parlamentarias «llevar a cabo las actuaciones que consideren convenientes a los efectos de lo previsto en el artículo 99 de la Constitución». Es decir, una cosa es el desánimo que ha causado la fallida investidura de Mariano Rajoy y la perspectiva de concurrir, por tres veces en un año, ante las urnas y otra es la obligación de buscar una solución posible y realista para desbloquear la situación política. Abstenerse, por lo tanto, prestidigitadores. «A la vista de las circunstancias que de nuevo concurren», en el mismo comunicado se hace referencia al pasado discurso de Navidad de Don Felipe, donde hacía un llamamiento al entendimiento para buscar soluciones a los problemas reales: «La pluralidad política, expresada en las urnas, conlleva una forma de ejercer la política basada en el diálogo, la concertación y el compromiso, con la finalidad de tomar las mejores decisiones que resuelvan los problemas de los ciudadanos». Felipe VI recuerda, además, que, en «un régimen constitucional y democrático de Monarquía parlamentaria», el Parlamento es el ámbito donde «se deben abordar y decidir los asuntos esenciales de la vida nacional». No vamos a interpretar las palabras del Rey porque el mensaje es inequívoco; sólo compartir que todavía hay margen para el acuerdo si realmente se quiere alcanzar y es obligación, como indica la Constitución, insistir hasta que se agoten los dos meses prescritos para la disolución de las Cortes. «Si efectuadas las citadas votaciones no se otorgase la confianza para la investidura, se tramitarán sucesivas propuestas en la forma prevista en los apartados anteriores», dice la Carta Magna (art. 99.4). No habría nada más nefasto para nuestro sistema que transmitir a la sociedad española que durante dos meses se ha estado escenificando una tragicomedia en la que se sabía de entrada el desenlace: que Rajoy no iba a ser presidente porque Pedro Sánchez no iba a permitir nunca que gobernase. Desgraciadamente, eso es lo que ha sucedido. La irresponsabilidad del líder socialista volvió a quedar ayer patente en una comparecencia tan teatral como insustancial. Teatral porque su «no propuesta» de gobierno de las «fuerzas del cambio» la anunció momentos antes de que la presidenta del Congreso diese cuenta de su encuentro con el Rey, sin cumplir con las normas básicas de cortesía institucional. Ambas se solaparon y Sánchez dio muestras de nuevo de un histrionismo que en nada ayuda a la actual situación. E insustancial porque anunció una ronda de «consultas» con todos los partidos políticos, desde los nacionalistas al PP, pasando por Podemos y Ciudadanos, pero dejando claro que no se está postulando para una alternativa y que no se presentará a ninguna investidura si no cuenta con la mayoría. Tuvo la oportunidad de hablar con todas las fuerzas y de exponer su punto de vista en el debate de investidura, pero se limitó a cerrarse en banda ante la posibilidad de abstenerse. Recordemos que, tras la reunión que mantuvo con Rajoy el pasado día 2, dijo que ésta había sido un encuentro «prescindible». ¿Hablar por hablar? Está claro que estos «contactos exploratorios» propuestos por Sánchez sólo tienen la misión de despejar toda su responsabilidad. La Constitución habla de que pueden presentarse «sucesivas propuestas» de investidura, no de vender humo. Es necesario que el PSOE retome la sensatez política.
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