Ceuta

Misión de vital importancia

De las diferentes y amargas lecciones que España extrajo del 11-M, una de las más relevantes fue que la lucha contra el terrorismo islamista no se gana en el último metro ni en el último segundo, sino a miles de kilómetros, con una paciente planificación y en estrecha colaboración con las demás potencias occidentales. Pero si Afgantistán y, en menor medida, Irak han requerido hasta ahora la máxima atención y el grueso de los esfuerzos desplegados, el foco de atención se está desplazando ahora hacia el continente africano, sobre todo a los países subsaharianos. De esas naciones, que son débiles, sin estructuras institucionales y víctimas de una violencia endémica, proceden hoy las principales amenazas que se ciernen sobre España. En primer lugar, el terrorismo yihadista, que en los últimos años ha ido ganando terreno al sur del Magreb y se ha beneficiado de los desórdenes colaterales causados por la Primavera Árabe en países como Libia y Egipto. Lo cierto es que el islamismo radical se ha consolidado en Mali y en vastas extensiones del Sahel, como lo demuestran los numerosos secuestros de occidentales (entre ellos cinco españoles) perpetrados en los últimos años y la multiplicación de brutales ataques de «limpieza religiosa» a ciudades y aldeas, sobre todo en Níger. Al Qaeda del Magreb, cuyos tentáculos alcanzan la costa oriental (Somalia y Sudán), se ha convertido en una muy seria amenaza para la estabilidad del África subsahariana, pero también para la seguridad de Europa, cuya puerta de entrada es España. No se acaban aquí los desafíos procedentes del continente negro. A la vista de todos está el de la inmigración ilegal, favorecido por tupidas redes mafiosas que, a través de miles de kilómetros, trafican con la desesperación de miles de seres humanos que se juegan la vida (y tantas veces la pierden) por alcanzar la tierra de promisión. Si a los terroristas se les combate en sus madrigueras, a las mafias de inmigrantes se les ataja también en los países de origen. Por todo ello, para derrotar el terrorismo yihadista que hace 10 años desgarró España, para dotar de estabilidad a una amplia zona donde las mafias campan a sus anchas, para formar a los ejércitos de pequeños países que son presa de los «señores de la guerra» y para desmantelar las bases piratas que atacan a los pesqueros españoles, nuestras Fuerzas Armadas han desplegado en África el 45% de sus efectivos en el exterior. Se trata de más de 700 soldados repartidos en 10 misiones, a los que se sumarán a finales de mes otros 85 efectivos, de ellos, 25 guardias civiles. Del éxito de su trabajo depende que no caiga la primera ficha del dominó porque la última será sobre nuestras fronteras, ya sea en forma de atentado terrorista o de sucesivos asaltos a las vallas de Ceuta y Melilla. De ahí que nuestras Fuerzas Armadas cuenten con el apoyo incondicional de la sociedad española.