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Nos jugamos la recuperación

La Razón
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Más de 36 millones de ciudadanos españoles están convocados a participar mañana en las elecciones al Parlamento europeo y casi dos millones de jóvenes que han cumplido 18 años en los últimos cuatro tendrán por primera vez derecho a votar en unos comicios de este tipo. El comportamiento que tengan ante las urnas va a dar pistas sobre el futuro del proyecto común europeo y, sobre todo, de los vínculos afectivos con el continente. Si muchos de sus padres y abuelos entendían Europa como un espacio de libertad al que había que aspirar, ahora compartimos la misma idea de sociedad democrática pero también los mismos problemas. De haber sido un país que se benefició de los fondos europeos, hemos pasado a ser un Estado que se hace responsable de las decisiones adoptadas y también de las que nos son menos favorables. España acudió por primera vez a unos comicios europeos en 1987 con una participación de 68,55 puntos; en 2009 se redujo a 44,9. Sin embargo, nuestro país tiene ahora mucha más capacidad de intervención en los asuntos comunitarios, es, si cabe, más «europeo», tenemos la misma moneda, podemos viajar libremente sin fronteras y es para nosotros un mercado económico y laboral. Europa vive un momento crucial en la salida de la crisis y necesita una Comisión que mantenga las políticas de ajustes emprendidas. Mariano Rajoy ha puesto en marcha con responsabilidad las reformas, pero es siempre una tentación castigar a los gobiernos que con mucho sacrificio cumplen con las políticas comprometidas (Standars & Poor's elevó ayer la calificación de la deuda española por las perspectivas de estabilidad del país). El populismo es un viejo conocido en Europa que, en sus muy variadas versiones, busca deslegitimar a las instituciones comunitarias para que prevalezcan los intereses nacionales y sus quimeras nacionalistas. El PSOE se ha ofuscado en convertir la campaña electoral en un juicio paralelo contra el candidato popular, Miguel Arias Cañete, y sacrificando todo lo que pudiera proponer sobre políticas europeas con tal de perjudicarle en sus futuras responsabilidades (por contra, Elena Valenciano no ha tenido tiempo ni para hablar de las políticas de emigración que tanto ha criticado y que tan importantes son para la frontera sur de Europa). Culpar a Europa de que los países «ricos» están sacrificando su bienestar mientras subvencionan a las «pobres» es un argumento fácil pero que encuentra eco cuando se pierde de vista que Europa se fundó precisamente en contra del radicalismo y la intolerancia. Las elecciones de mañana tienen una importancia capital porque ya no cabe «doble lectura» de los resultados, en clave nacional o europea, sino que la estabilidad que necesita España es la misma que necesita Europa.