ETA

Ortega Lara: no podemos olvidar

La Razón
La RazónLa Razón

El historial de ETA es largo y cuenta con hitos en los que están claramente reflejados su esencia, crueldad y ausencia de principio moral alguno, lo que le emparenta con las grandes ideologías criminales, del nazismo al estalinismo. Nada nuevo en la Historia. Asesinó a niños, a mujeres embarazadas; cometió atentados indiscriminados contra ciudadanos indefensos –el de Hipercor fue el más sangrante–, aunque en su código militar sentía predilección por matar por la espalda con un disparo en la nuca; se ensañó con sus víctimas –llegó a rematar a un guardia civil en la ambulancia– y a sus familiares, burlándose de ellos o conminándoles a abandonar el País Vasco. Razia, limpieza, terror. Nada nuevo. Su desafío al Estado no podía triunfar porque hubiese conducido a una patética dictadura en una de las regiones más prósperas de Europa. De entre todos sus crímenes figura uno de especial significado por lo que supuso de tortura continuada: el secuestro del funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara. Fue secuestrado el 17 de enero de 1996 y rescatado por la Guardia Civil el 1 de julio de 1997, hace hoy 20 años. A lo largo de 532 días sobrevivió en un zulo, construido bajo tierra, de 3 metros de largo, 2,5 de ancho y 1,8 de altura. Pasaban diez minutos de las siete de la mañana de aquel día cuando se informó de que Ortega Lara había sido liberado después de encontrar su siniestra celda en una nave industrial de Mondragón. Conviene recordar la imagen de aquel hombre cuando volvió a ver la luz : había perdido 24 kilos, apenas podía mantenerse en pie, su expresión era de confusión y espanto. Su aparición fue lo más parecido a un preso salido de un campo de exterminio. ETA ha sido finalmente derrotada, sus objetivos no se alcanzaron y los que les apoyaron o guardaron un medido silencio intentan ahora ganar otra batalla: la de la memoria. Defienden que su guerra fue justa y que actuaron cumpliendo con celo los derechos humanos. Ellos quieren ser Mandela, Martin Luther King, Rosa Park, Gandhi, dignos luchadores por la libertad. Sin embargo, ese relato que quieren construir no acaba de fraguar porque no tienen el elemento clave del discurso: la verdad de los hechos. Practican el mismo negacionismo que sus antecesores al querer fabricar una historia que les exima de sus crímenes, y buscan una razón para justificar por qué un policía, un guardia civil, un niño, un concejal, un empresario, un periodista debían morir en nombre de Euskal Herria. No ha habido movimiento terrorista del mismo origen e intensidad de ETA que no haya recurrido a la mentira o a la fabricación de un conflicto que justifique sus atrocidades. Todos estos grupos han sido arrojados al basurero de la Historia y sólo han merecido la consideración de ser una expresión delirante de las ideologías totalitarias, incluido el nacionalimo xenófobo. El negacionismo de los abertzales seguidores de ETA no tiene más fondo que el de los que insisten en negar el Holocausto. Sólo buscan salvarse a sí mismos de un proyecto de vida fracasado. La verdad de las víctimas, de los perseguidos, de la impunidad con la que impusieron el terror, la mansedumbre –y el miedo– con la que se comportaron sus aliados está expresada en la verdad de los hechos. A cambio, el único relato que puede ofrecer el terrorismo es el del derecho de una ideología a matar. Liquidado el siglo XX, ya sabemos lo que supuso imponer unas ideas al conjunto de la población. Tras el secuestro y el rescate de Ortega Lara, ETA se vengó: trece días después ejecutó a Miguel Ángel Blanco. ¿Puede falsearse aquella muerte cruel? No. La democracia española no podía ser derrotada por el terrorismo.