Zaragoza

Que no se vaya el Ejército

Representantes políticos de Cataluña, incluso la vicepresidenta de la Generalitat, Joana Ortega, han mantenido reuniones con el ministro de Defensa, Pedro Morenés, para pedirle que mantenga en pleno rendimiento la Academia General Básica de Suboficiales del Ejército de Tierra de Talarn (Lérida). De manera reciente, alcaldes de la zona y la número dos del Gobierno de Artur Mas se reunieron con representantes del Ministerio con el objetivo de garantizar la continuidad de la base militar, sobre todo a raíz de unos cambios en los planes de formación de la escala de suboficiales que podrían influir en su impacto económico en la comarca. Efectivamente, lo que preocupa a estos políticos no son asuntos de defensa nacional, sino un interés económico para la zona, lo que es legítimo pero echa por tierra la integridad y solvencia del discurso nacionalista e independentista (el alcalde de Talarn es de ERC). Es decir, no se puede tomar en serio. Por ejemplo, los separatistas del Bloque Quebequés fueron claros en el tema militar y propusieron la creación de un Ejército propio cuando se separaran de Canadá. Por lo menos sus votantes saben a qué atenerse. El Ejército, de manera directa o indirecta, supone el 59 por ciento de la economía en esta comarca de Lérida y sin duda el desmantelamiento de la Academia tendría efectos muy negativos, con unas pérdidas calculadas hasta en 28 millones de euros anuales. Quienes se alarman no deberían perder de vista dos cuestiones. La primera que, en contra de una opinión interesadamente publicitada por el nacionalismo más trasnochado, las Fuerzas Armadas no sólo no son un «ejército de ocupación», sino que cumplen sus compromisos sociales allí donde están presentes (no dejan de ser la institución más valorada por los españoles). La segunda, que no está en los planes del Ejército, ni de ninguna otra institución del Estado, dejar Cataluña. Hay que celebrar que los responsables políticos se preocupen del futuro de sus ciudadanos y –aunque sea por intereses espurios– de una base militar muy querida y enraizada en la zona desde 1974. Pero si decíamos que al discurso independentista le falta seriedad es por la ligereza con la que, en los últimos tiempos, ha despreciado la presencia de las Fuerzas Armadas en Cataluña y evitado que ni siquiera participe en actos tan inocentes y festivos como una exhibición aérea en la Mercè; o ha denunciado que cazas F-18 de la base de Zaragoza habían sobrevolado poblaciones de Cataluña para «intimidar». Las Fuerzas Armadas españolas nunca renunciarán a estar presentes en esta Comunidad. El coronel del Ejército Francesc Macià, primer presidente de la Generalitat en la República, intentó dar un golpe desde Francia, los llamados «sucesos de Prats de Molló», pero, estrambóticamente, nunca renunció a su condición de militar español. De nuevo, falta seriedad.