Gobierno de España
Sánchez usa las urnas como arma
Tanto el Banco de España como la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) vienen advirtiendo al Gobierno socialista de que es altamente improbable que se cumplan las prevsiones de ingresos fiscales del actual proyecto presupuestario, incluso, si como parece, el crecimiento de la economía se mantiene en los mismos niveles que en 2018. La advertencia, por supuesto, caerá en saco roto, aunque suponga incumplir el objetivo de déficit público comprometido con Bruselas, entre otras razones porque la aprobación o no de las cuentas del Estado, la actuación más importante que debe afrontar un Ejecutivo, viene condicionada por factores políticos partidistas muy alejados de la lógica discusión sobre el modelo presupuestario. Desde esta premisa hay que interpretar el aparente cambio de la estrategia gubernamental que suponen las declaraciones de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, en el sentido de que el rechazo a los Presupuestos traería como consecuencia un adelanto de las elecciones generales para este mismo 2019, contradiciendo afirmaciones anteriores de miembros del Gabinete que priorizaban la consigna de resistir hasta el final de la legislatura, aunque fuera a costa de asumir una prórroga presupuestaria. Sin duda, detrás de este cambio en el mensaje opera la previsible modificación del equilibrio de fuerzas parlamentarias que detectan todas las encuestas –salvo las del CIS que preside José Felix Tezanos–, que otorgan una mayoría absoluta en el Congreso al bloque del centro derecha, de celebrarse hoy las elecciones. En estas condiciones, ni a la extrema izquierda ni, mucho menos, a los partidos nacionalistas que hoy sostienen al Gobierno les interesa lo más mínimo acudir a las urnas. Es, pues, al voto del miedo al que apela la ministra Montero, siguiendo la misma táctica que ha llevado al equipo directivo de Podemos a tener que plegarse en Madrid al órdago del binomio Carmena-Errejón, so pena de presentarse divididos a las elecciones y perder cualquier posibilidad de victoria. Y si los problemas internos de Podemos, que no deja de caer en los sondeos, condicionan la capacidad de decisión de la formación que dirige Pablo Iglesias, qué decir de los partidos separatistas catalanes, ERC y PDeCAT, a quienes la amenaza de un adelanto electoral que diera la victoria a un bloque como el que conforman el PP, Ciudadanos y VOX, cuyas propuestas para contrarrestar el desafío del golpismo soberanista pasan por una aplicación intensa y prolongada en el tiempo del artículo 155 de la Constitución, pesa mucho más, en el plano político, que el ninguneo amable del actual presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y, en el económico, que la denunciada infrafinanciación autonómica. Es preciso anotar que, aunque el independentismo catalán no forma en estos momentos un bloque monolítico y hay sectores que estarían tratando de buscar una salida acordada, a ninguno de sus representantes le interesa perder la baza que suponen sus votos en el Congreso a la hora de condicionar la actuación gubernamental. Más aún, cuando estamos a las puertas del inicio del juicio en el Tribunal Supremo a los responsables de la intentona golpista de octubre de 2017, y desde los grupos más extremistas se anuncian nuevas movilizaciones callejeras, con riesgo de incidentes graves. En cualquier caso, tanto Pedro Sánchez como los nacionalistas y la extrema izquierda pueden ganar tiempo si se acepta que el proyecto de Presupuestos comience su andadura parlamentaria sin enmendarlo a la totalidad. Porque, como señalábamos al principio, el pequeño detalle de si estas cuentas cuadran o son las que de verdad necesita la sociedad española para mantenerse en la senda del crecimiento, es lo que menos importa.
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