Grecia
Un año que ha evitado lo peor
Todo balance es susceptible de diferentes interpretaciones y de valoraciones dispares, pero al final las cuentas tienen que cuadrar. Que la evaluación realizada ayer por el presidente de su primer año de Gobierno no sea compartida en absoluto por el líder del PSOE forma parte del juego político. Pero eso no le exime a Rubalcaba de cuadrar el balance y de responder a estas preguntas: ¿cómo estaría hoy España si no se hubieran acometido las reformas y realizado los numerosos cambios que ha llevado a cabo el equipo de Mariano Rajoy? ¿Qué habría pasado si, siguiendo la opinión de la izquierda, no se hubiera hecho recorte alguno? La respuesta, no cabe la menor duda, es que estaríamos mucho peor y hoy formaríamos parte de las economías fallidas, al lado de Grecia, Irlanda y Portugal. No han sido medidas fáciles de tomar ni agradables de aplicar. A ningún gobernante le gusta recortar el gasto público, dar malas noticias y recetar sacrificios. Pero la obligación de todo gestor responsable es hacer frente al envite y distribuir equitativamente las cargas. El desafío al que se ha enfrentado Mariano Rajoy desde hace un año ha sido de proporciones inéditas, sin precedentes en los 30 años de democracia. Se encontró con unas cuentas públicas más deterioradas de lo que cabía esperar, con un desvío del 50% y un desequilibrio de 30.000 millones de euros. Taponar esa hemorragia ya era de por sí una tarea difícil, pero hacerlo en plena recesión económica ha exigido duplicar los esfuerzos. Es verdad que el peso mayor ha recaído sobre los empleados públicos, en el capítulo de gastos, y en las familias, en el capítulo de los ingresos. Pero también es verdad que el Gobierno ha procurado repartir con equidad los sacrificios, de modo que las rentas más altas han soportado mayor carga. Al mismo tiempo, y con el enfermo en la mesa de operaciones, Rajoy ha dispuesto una batería de 89 iniciativas legislativas, de las cuales 14 son leyes orgánicas, que ha sentado las bases para que la economía española vuelva a crecer y para que el edificio del Estado del Bienestar no se derrumbe por falta de reformas. Afirmar, como hace la izquierda, que la Sanidad y la Educación no necesitan reajustes para optimizar sus costes lleva, inexorablemente, a su devaluación. Por el contrario, sólo remozando a fondo los modelos absoletos e ineficientes se podrán garantizar los servicios públicos universales, gratuitos y de calidad. Como es natural, el balance de este año de Gobierno del PP no es perfecto ni inmaculado. Pero es netamente positivo y, aunque los resultados aún no son visibles, los ciudadanos tienen la certeza de que el país está gobernado con temple y con responsabilidad. Empieza otro año de austeridad y rigor, pero entre las incertidumbres no figura la de padecer un Gobierno débil, pusilánime o desorientado.
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