Cataluña

Una política racional en Cataluña

Desde hace dos años, si no más, el terreno de juego en la política catalana está delimitado por dos posiciones: por un lado, el soberanismo definido por llevar hasta el final la consulta independentista, opción en la que caben desde CiU y ERC, hasta la izquierda y extrema izquierda, representados por ICV y las CUP; por otro lado, toman posición las formaciones que defienden el orden constitucional, como PP y Ciutadans, y el PSC, que aboga por una reforma de la Carta Magna con la perspectiva de un Estado federal. Entender la política en función de dos bandos es un evidente retroceso que elimina los matices, el diálogo y la posibilidad de llegar a acuerdos. Pero habrá que aceptar que fue el nacionalismo catalán el que marcó el terreno de juego, sin duda restrictivo, así que es prioritario volver a una política en la que no se diferencie entre buenos y malos catalanes. De ahí que oxigenar el debate sea fundamental para que Cataluña vuelva a ser una sociedad abierta y tolerante y para que vuelva la política a donde ahora sólo hay dogmas de fe. La secretaria general del Partido Popular, María Dolores de Cospedal, propuso ayer una coalición con la Unió de Duran Lleida, PSC, UPyD y Ciutadans con el objetivo de «defender Cataluña dentro de España», según explicó. Una gran coalición para un momento excepcional en el que están en juego la gobernabilidad y algo más alarmante: considerar como normal que un Gobierno pueda saltarse la Ley al convocar un referéndum que no está en sus atribuciones constitucionales. No hay que olvidar que Artur Mas, erigido como líder de este proceso hacia la independencia, depende de ERC, un partido que, no sólo no ha querido tener responsabilidades en el Gobierno de la Generalitat, sino que mantiene una amenaza constante de retirarle el apoyo si no lleva a cabo la consulta del 9 de noviembre. Un chantaje que CiU estará dispuesta a sufrir con tal de seguir al frente de la Generalitat, pero en detrimento de la estabilidad política de Cataluña. Había series dificultades para que la propuesta del PP fuese llevada al práctica, pero en sí misma muestra la voluntad de buscar un espacio común, tentativa que otras fuerzas también han ensayado. Pedro Sánchez le ofreció esta semana a Mas el apoyo socialista si abandona el soberanismo, pero lo rechazó. Aunque numéricamente esta coalición no hubiese tenido opciones de formar un gobierno, la propuesta abre otra variable: el acercamiento del PP al partido de Duran Lleida, que, a su vez, estaría dando los primeros pasos para dar forma a una nueva opción política. Por su parte, el PSC descartó la propuesta de Cospedal con un argumento demasiado tacticista –«no hay que crear frentes, sino puentes», dijo–, olvidando que sólo desde un espacio que supere el soberanismo es posible volver a la política racional.