Relevo en el PP
Una segunda vuelta necesaria
El Partido Popular vive uno de los momentos más importantes de su historia, unida al ya largo periodo de la restauración democrática. Tras haber sido desalojado del Gobierno de manera traumática a través de una moción de censura del PSOE, ha emprendido una renovación en profundidad del partido con el objetivo de sintonizar mejor con el conjunto de la sociedad. Quien deja de ejercer el poder Ejecutivo, por el motivo que sea, debe saber qué causas lo han provocado y qué errores se han cometido. Para ello los populares pusieron en marcha un proceso de primarias para elegir a su líder y candidato a la presidencia con un sistema muy claro a doble vuelta. Es decir, alcanzar la mayoría en la primera no supone la victoria. En la primera se han escogido a los dos candidatos que han recibido más votos de la militancia, además de nombrar a las dos terceras partes de los compromisarios. El número total de los que votarán en el congreso del PP los próximos días 20 y 21 serán 3.184, compuestos por 2.162 elegidos el pasado día 5 y 522 compromisarios natos. Este ha sido el sistema elegido y es el que debe cumplirse hasta el final, lo que no debería ser una sorpresa para nadie. El liderazgo del PP se dirimirá entre Soraya Sáenz de Santamaría (36,9%) y Pablo Casado (34,3%), con un escaso margen de votos –poco más de 1.500–, y debe hacerse sin interferencias o llamando a pactos que estén fuera de la dinámica abierta con las primarias. Se ha establecido un debate sobre quién debe dirigir el nuevo proyecto político del PP, sobre qué bases y, como no puede ser de otra manera, sobre quién lo encabezará, y éste debe llegar hasta el final. De poco sirve el argumento de los que sostienen que los populares pueden salir debilitados por el choque entre las candidaturas y que es necesario un acuerdo. Sería un enorme error estratégico no considerarlo como un debate necesario, sobre todo después de haber dejado el Gobierno tan abruptamente, sin ni siquiera contrastarse electoralmente. El PP está inmerso en esa discusión, debe profundizar y evitar componendas que en nada favorecerían a las candidaturas, y especialmente a la de Casado, que ha hecho de la perseverancia en su proyecto una seña de identidad. Hacer un llamamiento a la unidad para evitar correr riesgos es sólo un recurso para asegurarse los votos de los compromisarios en la segunda vuelta. Casado ha sido la gran sorpresa de la campaña y su opción se ha fortalecido precisamente por evitar acuerdos que no tienen el menor sentido en un proceso electoral de primarias para elegir el líder del partido. O se compite por el liderazgo o no se compite. Hay que agotar todos los pasos hasta llegar al congreso y cumplir las normas: un sistema a dos vueltas supone que la candidatura más votada en la primera debe volver a validarse en la segunda y esa tendrá lugar en el congreso. En cualquier sistema presidencialista que se utilice –el caso del francés es el más cercano– funciona así: el que más apoyos suma es el que gana. Por lo tanto, no tiene sentido pedir ahora que no se haga una segunda votación porque quedaría invalidado el proceso mismo y los únicos perjudicados serían los populares. El congreso sirve, además de para definir una estrategia, para llegar a acuerdos entre todos los sectores, pero no antes. La manera precipitada de dejar el Gobierno marcó obligatoriamente un calendario congresual de urgencia, pero no había más opción y no debe ser un drama. El PP sigue teniendo una base electoral sólida, una amplia implantación territorial y representación en ciudades importantes y es, no lo olvidemos, líder de la oposición. Las perspectivas electorales de 2019, con municipales, autonómicas y europeas, obligarán a que el partido cierre filas. Este proceso de primarias debe ser un revulsivo.
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