Grecia
El populismo de Tsipras arruina a Grecia
El corralito que comienza hoy en Grecia es el final de una serie de despropósitos con un único responsable, el Gobierno de Syriza, pero con millones de víctimas colaterales para las que comienza una etapa de empobrecimiento e incertidumbre que no se antoja breve ni clemente. El primer ministro griego, Alexis Tsipras, abrió la caja de los truenos la semana pasada cuando rompió las negociaciones con sus hasta ahora socios en la eurozona y convocó un referéndum, con nocturnidad y alevosía, para cargar sobre los ciudadanos una responsabilidad que sólo le compete a él. Esto es, aceptar las condiciones de la Unión Europea y hacer lo posible para mantener el país a flote, que es lo que se espera de un hombre de Estado. La evidente imposibilidad de Tsipras para cumplir un programa que era desde el principio incompatible con un nuevo rescate de la troika deja a los griegos ante un futuro más incierto que nunca y al resto de países de la zona euro en una posición realmente preocupante. Las instituciones de la UE, sobre todo el Banco Central Europeo (BCE), deben permanecer alerta y hacer todo lo posible para garantizar la estabilidad de la moneda común. Los más pesimistas creen que los mercados financieros protagonizarán hoy un «lunes negro» que dará paso a una semana dramática en lo que al euro se refiere, sólo comparable a la que siguió a la suspensión de pagos de Lehman Brothers en 2008. Por el momento, no queda otra que tratar de capear el temporal lo mejor posible y esperar a que escampe, que lo hará, porque el proyecto europeo es una realidad que trasciende a la crisis griega y a otras que están por venir. Aunque no estaría de más que escarmentáramos en cabeza ajena y aprendiéramos las lecciones que nos enseña esta auténtica tragedia griega. Los gobiernos populistas no son de fiar porque no existen recetas fáciles para los problemas difíciles. Ya va siendo hora de que nos lo creamos.
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