Quisicosas

Indi Gregory

¿Cómo puede el estado arrogarse la decisión sobre la vida? Se argumenta que ese chorreo de dinero no puede ser infinito y se añade que la decisión de los padres era irracional

El lunes, en un centro de cuidados paliativos de Londres, ha fallecido la bebé de 8 meses Indi Gregory, tras retirársele la respiración y la alimentación asistidas. Padecía una enfermedad mitocondrial incurable y, según los médicos del prestigioso hospital que la atendió, inquietud y sufrimientos que hacían desaconsejable prolongarle la existencia. Los padres, que querían seguir cuidándola, recibieron ayuda de una asociación italiana de niños con enfermedades mitocondriales para trasladarla a un hospital romano. Italia otorgó de urgencia a la cría la nacionalidad para facilitar los trámites, pero el juez británico les negó el amparo. ¿Cómo puede el estado arrogarse la decisión sobre la vida? Se argumenta que ese chorreo de dinero no puede ser infinito y se añade que la decisión de los padres era irracional.

Es hora de vindicar que la civilización es «irracional», si por irracional se tiene que el amor es más fuerte que el sufrimiento. Hasta la Edad Media no existieron los hospitales como hoy los conocemos, porque los enfermos eran apartados para que no contagiasen. El cristianismo permitió un generación de hombres que consideraban el cuidado de los enfermos más importante que su propia vida. El caso de Damián de Molokai, que murió de lepra en una isla de leprosos, es el ejemplo. Es imposible esta oblación total fuera de la fe, porque el límite humano de la entrega por un extraño es la propia muerte.

Hace dos años padecí una enfermedad con unos sufrimientos extremos durante meses y comprobé algo que había combatido temerariamente, porque no lo había experimentado: que ante determinados dolores se puede preferir la muerte. Como no quería matarme, me volví al cristianismo en busca de fuerza. Supe entonces el nombre de mis sufrimientos. Se llamaba cruz. Yo estaba clavada exactamente en el mismo lugar del que venció a la muerte. Eso no disminuyó mis dolores, pero me hizo entender algo alucinante. Si alguno está interesado, escribí mi camino en el pregón de Semana Santa de la diócesis de Madrid de 2022.

La luz de la cruz hizo posible los cuidados de los apestados medievales y, actualmente, la pérdida del cristianismo impide la vida de los apestados modernos, porque no hay peor peste que el sufrimiento sin esperanza. No dudo de la buena voluntad de los médicos, seguro que querían el bien de Indi, pero, lógicamente, no podían amarla como sus pobres padres.

De la esperanza en la vida eterna nacen una calidad de vida, una ternura y una capacidad de lucha que la modernidad ignora. Por eso confundimos lo incurable con lo intratable. Porque la falta de un sentido para morir impide la percepción completa del sentido para vivir.