Aquí estamos de paso

Irene Montero y el barco de Chanquete

La señora Montero tiene un serio problema de comprensión de la realidad

Si hay que pedir perdón se pide, pero pedir perdón «pa ná» es tontería. La mitad de la frase es lo que dijo ayer la ministra Montero, la otra mitad es lo que piensa. Adivine usted cuál es cuál.

No hace falta consultar a José Mota para constatar que la Señora de Galapagar está convencida de que no solo no tiene que disculparse ante el país que ha tenido la mala suerte de sufrirla como ministra, sino que en el caso de que alguna de las centenares de mujeres que han visto cómo se beneficiaban de su chapuza sus violadores requiriera una disculpa, pues quizá, de manera extraordinaria, hipotéticamente, se podría rebajar a hacerlo. Pero sólo –y esta sí es su frase literal– «si explico la verdad, que es que unos pocos jueces están aplicándola mal».

O sea, te pido perdón, pero la culpa no es mía, sino de los jueces.

Entonces, ¿Por qué pide perdón? ¿Por los jueces?. ¿Tan por encima de la ley se siente que se cree capaz de representarles? O es muy corta o piensa que lo es su audiencia. O ambas, que no son incompatibles.

Es evidente que la señora Montero tiene un serio problema de comprensión de la realidad. Hay un momento en que ir contracorriente ya no resulta original, sino una pérdida de tiempo porque la realidad te muestra que ya no hay más camino, que lo de delante es una pared. Es como pretender hacer un crucero en el barco de Chanquete. ¡Que está en tierra, señora! Es un barco, responde ella, y los barcos navegan.

Pues lo que usted quiera, ministra, puesto que los barcos surcan y en la tierra hay surcos, súbase y comande.

Y ahí sigue, en el puente de un barco que no sólo no navega sino que se va cayendo a pedacitos. Porque está mal diseñado, mal construido y se ha botado en tierra firme. Como el barco de Chanquete.

Claro, un almirante en condiciones –y que me disculpen los marinos– prescindiría inmediatamente de semejante oficial. No ya degradándola, sino directamente mandándola a casa. Pero el jefe de la señora Montero no puede porque su poder sobre la tripulación es limitado. Salvo caso de delito flagrante Pedro Sánchez no parece poder disponer de las ministras y ministro de Podemos. Esta cosa tan sanchista –de Panza, no de Pedro– de autoimponerse límites en la coalición nos pone en la situación, sanchista también, cervantina, de que para corregir una chapuza del gobierno asumida por el gobierno, la parte contratante de la otra parte, o sea el psoe que aquí estaba de oyente y no se enteró de nada, tenga que tirar de la oposición para arreglarlo. Los antisistema del PP como les llama la ministra que es también Sánchez, le sacan las castañas del fuego al jefe que no puede, como quisiera, mandarle a Montero el motorista a Galapagar.

Por la carretera viene silbando la alegre muchachada de Bildu y de Esquerra. Van a ver a Chanquete a punto de zarpar. Ya verás cuando se enteren de que no hay barco, que se lo ha llevado Sánchez por estribor. Y que además, por babor, les ha birlado con la de vivienda su argumento electoral de hace un par de días. Pero esa es otra historia. Y aquí tampoco va a pedir nadie perdón. ¿Para qué?