«De Bellum luce»
El lamento del «prófugo» al negociar con un «estafador»
Sánchez está jugando con fuego, y Puigdemont le está obligando a ser quien eche la gasolina para hacer más grandes las llamas
La relación de delitos y de beneficiados de la amnistía, todos próximos al independentismo, que Moncloa ha negociado con Puigdemont y Junqueras vale como prueba suficiente para desmentir el mantra del discurso que airean todos aquellos que tienen algo que ganar, o perder, si no sigue en pie el Gobierno de coalición. Pedro Sánchez no genera confianza ni entre sus socios. Ha estado trabajando con dos borradores de amnistía: uno, con ERC, y otro, con Puigdemont. Y ni los de Esquerra ni los de Junts se fiaban del texto que finalmente el PSOE podía acabar registrando en el Congreso de los Diputados. La figura del mediador no es una pose de Puigdemont, sino otra prueba de que se siente en manos de un «estafador», el adjetivo se lo colocan en el círculo del prófugo de la Justicia, cuya palabra «no vale nada». Ahí están sus negaciones. No habrá amnistía. No habrá condonación de la deuda catalana. No se aceptará ningún verificador internacional. No había conflicto político en Cataluña. Todas las negaciones de Pedro Sánchez se han ido cayendo una a una para ajustar sus intereses personales a los intereses también personales de los partidos de los que depende para mantener la poltrona en Moncloa.
Sánchez está jugando con fuego, y Puigdemont le está obligando a ser quien eche la gasolina para hacer más grandes las llamas. España camina hacia una confrontación estruendosa entre el Poder Ejecutivo y Judicial. La polarización está volando por los aires cualquier intento de colocarse en una posición de moderación y razonamiento. Las instituciones no saldrán bien paradas si empieza una nueva Legislatura en estos términos porque la amnistía es sólo el punto de inflexión sobre el que el independentismo quiere dar el salto hacia la nueva realidad de la Nación catalana, con consulta a los catalanes de por medio.
Cuando se apela a la mayoría parlamentaria como máximo ejercicio de la democracia, se obvia que hay muchas maneras de pervertir el sentido de esta mayoría parlamentaria, y una de ellas es la que hoy se impone en el Congreso. No pueden dar lecciones de democracia aquellos que desoyen el mandato con el que se presentaron a las elecciones para salvar sus intereses estrictamente personales. No es democracia erigirse en un poder que perdona los delitos a políticos a los que se les quiere pasar una factura a cambio de liberarles de cárcel, inhabilitaciones y multas. Simplemente es un ejercicio sofisticado de corrupción.
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