Editorial

Liderazgo necesario de una oposición férrea

La alternativa aparece más robusta, con méritos incuestionables en su labor parlamentaria, capaz de la denuncia incesante de los abusos del sanchismo y la degradación de la democracia y de enhebrar acuerdos de Estado

En política es prudente no hacerse trampas en el solitario ni creer en los milagros sobrevenidos. Bajo el sanchismo, estos sencillos preceptos aconsejan la cautela, el pragmatismo y el rigor obligatorios. Quienes se apresuraron a establecer el gran acuerdo sobre la justicia como el final de la escapada del régimen o una suerte de botín con el que la oposición se viera tentada a morir de éxito se apresuraron en el análisis o directamente se equivocaron. La intervención de Alberto Núñez Feijóo en la sesión de control al Gobierno despejó todas las dudas sobre la deriva del discurso firme y la estrategia inflexible del primer partido del país tras alcanzar el mejor compromiso posible para sacar a la arquitectura jurisdiccional de su panorama agonizante. Es cuestionable pensar que habrá un antes y un después en el sanchismo por un compromiso que cabe situar como un punto de luz en un túnel oscuro y lúgubre para la democracia española. Sánchez se encargó también de probar en su cara a cara en el hemiciclo que la pulsión autoritaria, frentista y polarizadora de su mandato no ha palidecido ni por un instante. La separación de poderes, la independencia de los tribunales y la igualdad entre los españoles se encuentran tan amenazados bajo esta mayoría de todos los enemigos de la España constitucional como lo estaban antes de que González Pons y Bolaños estamparan sus firmas bajo la supervisión de Bruselas. Núñez Feijóo lo entendió de la única manera posible y sensata y sus palabras en el Congreso se atuvieron a la excepcionalidad de una legislatura fallida a caballo entre la corrupción y el fango de una izquierda convertida en una amenaza para el bienestar y la prosperidad de los españoles y para la propia existencia del estado de derecho. El presidente del PP exigió la dimisión del fiscal general del Estado, que el Tribunal Constitucional no sea correa de transmisión de Moncloa y deje de «manosear al Supremo» y que se den las oportunas explicaciones sobre los escándalos familiares del presidente. Ni atisbo de tregua o nimio respiro a Moncloa, y de paso una adecuada réplica a los censores a izquierda o derecha del PP. Los sepultureros del líder de la oposición, ventajistas de última hora, que prendieron la hoguera pública sin siquiera leerse el documento sobre la reforma judicial, siguen extraviados del interés general, sin cabeza ni perspectiva. Hay un itinerario nítido para la despolitización de la Justicia en línea con los estándares europeos y el mérito solo cabe atribuírselo a Núñez Feijóo. Que Sánchez cumpla o no su palabra con Europa de auditor será cuestión del presidente, que tendrá que asumir las consecuencias de sus actos. La alternativa aparece más robusta, con méritos incuestionables en su labor parlamentaria, capaz de la denuncia incesante de los abusos del sanchismo y la degradación de la democracia y de enhebrar acuerdos de Estado. Núñez Feijóo ha convertido al PP en el primer partido del país. Falta que Sánchez dé la palabra al pueblo.