Apuntes

La meteorología como espectáculo

En la mar, más en el Mediterráneo, siempre te puede sorprender una tormenta, pero es mucho más difícil si los partes meteorológicos fluyen como siempre, a sus horas marcadas, y sin el ruido de fondo de un sensacionalismo pedestre

Cuando redacto estas líneas aún no se sabe nada del paradero del «Makan Angin», un velero de 9 metros de eslora con dos tripulantes a bordo –padre e hijo, alemanes– que zarpó el domingo por la mañana de Cala Galdana con destino a Cala d’Or, es decir, navegando por el Canal de Menorca, un paso nada fácil cuando el Mediterráneo se pone farruco. Había aviso de tormenta, que descargó con fuerza sobre Baleares, con vientos de más de 100 kilómetros por hora, y es de temer que la embarcación haya sucumbido a los elementos. ¿Imprudencia de los tripulantes que no atendieron al parte? Puede ser. Pero en la mar las cosas se tuercen a veces de la manera más tonta y sobreviene la desgracia. También se busca a dos jóvenes que ese mismo domingo de la tormenta partieron de una playa malagueña sobre una tabla de «paddle surf» para ver amanecer desde el mar. La tabla y una pipa de mate fueron recogidas por la «Salvamar Hamal» a 15 millas de la costa. Ese día, también en Baleares, un catamarán rescató a diez piragüistas en Calviá, mientras que Salvamento Marítimo hacía lo propio con dos más. No hay que darle vueltas. Con la previsión meteo en la mano, esas salidas eran de alto riesgo y la tragedia que se avecina podría haber sido mayor. Pero, me gustaría hacer una reflexión pública –desde alguien que, modestamente, ha navegado algo– sobre el problema que supone una meteorología convertida en espectáculo por algunos medios de comunicación, especialmente, los digitales. Que la previsión del tiempo siempre ha sido una de las noticias más seguidas por los lectores es un hecho que no merece la pena comentar. Sí que, últimamente, hay una sobresaturación de avisos, alertas y anuncios bajo titulares sensacionalistas como «bomba térmica», «ciclogénesis explosiva», «guadaña polar» o «reventón de calor» que acaban por saturar al lector o, en el peor de los casos, por inhibir el sentido de la prudencia y la precaución cuando la reiterada exageración mediática no coincide con la prosaica realidad, que reza que en invierno hace frío, en verano, calor y en primavera y otoño, pues según caiga. Y, por supuesto, ni todos los fenómenos meteorológicos extraordinarios son prueba irrefutable de la inminente catástrofe climática ni el clima de la tierra sigue patrones determinados y exactos. En la mar, más en el Mediterráneo, siempre te puede sorprender una tormenta, pero es mucho más difícil si los partes meteorológicos fluyen como siempre, a sus horas marcadas, y sin el ruido de fondo de un sensacionalismo pedestre.