Letras líquidas

Procrastinación electoral

Casi cuatro millones de votantes, un 16%, resolvieron las siglas a las que darían su apoyo para las generales de 2019 a lo largo de la semana previa a la jornada electoral

Entre las muchas leyendas que adornan la intensa vida de Mozart destaca la que envuelve la composición de «Don Giovanni». Se cuenta que la obertura de una de las grandes óperas de la historia, como poco una de las más interpretadas, fue escrita por el genio vienés la noche antes de ser estrenada en el Teatro Nacional de Praga el 29 de octubre de 1787. Pese a la premura e improvisación con que los músicos tuvieron que prepararla, la primera puesta en escena fue un éxito. Y se convirtió en toda una oda a la procrastinación: ese vicio, costumbre o defecto que va retrasando las obligaciones y los deberes hasta que se hace imposible posponerlos más y hay que llevarlos a cabo. Ya vemos que no es un mal novedoso, la humanidad lo arrastra quizá desde su origen, pero, según psicólogos y sociólogos, la variedad de estímulos con los que el siglo XXI nos tienta aumenta la dificultad para decantarse por unas opciones y no por otras.

Y este exceso de posibilidades se traslada también a la política. En sistemas plurales como el español, la multiplicación de partidos y plataformas ha elevado la complejidad en el desarrollo de la gestión pública. No solo hay consecuencias en el ámbito de la formación de gobiernos (en sus distintos niveles administrativos) ni en la mayor ralentización para poder elaborar las normas. La variedad de propuestas también impacta en el primer escalón, el más básico, de la toma de decisiones, ese acto, el culmen de la democracia, que consiste en coger una papeleta, introducirla en un sobre y depositarla en una urna. Porque la respuesta a la gran pregunta de a quién votar se retrasa cada vez más. Así lo refrenda el CIS que concluye que casi cuatro millones de votantes, un 16 por ciento, resolvieron las siglas a las que darían su apoyo para las generales de 2019 a lo largo de la semana previa a la jornada electoral. Y la tendencia va en aumento. Porque, según recoge un informe de la consultora «beBartlet», el porcentaje se elevará hasta el 23 por ciento en los próximos comicios.

Una indecisión, un bloqueo o una incapacidad para resolver con la suficiente anticipación que convierte a las campañas, esos intensos quince días, en absolutamente decisivas: periodos que solían ser tomados por intrascendentes y que, en cambio, resultan, determinantes para el resultado final. Y no está mal apurar, por aquello de la flexibilidad y la capacidad de reflexión, pero crece el riesgo de deslizarse hacia la escasez de profundidad en los análisis o el peligro de fijar criterio por impulsos. Está por ver si sabemos ser procrastinadores electorales. Capaces de proezas nivel Mozart.