Editorial

No se puede confiar en quien no tiene palabra

El presidente del PP ha pedido una agenda pública y explícita del encuentro y que se rompa el contubernio batasuno en Pamplona. Es una propuesta de mínimos a tenor del historial del sanchismo

En una democracia plena y consolidada, los encuentros entre el presidente y el líder de la oposición, las comparecencias públicas del primero, su rendición de cuentas en el Legislativo y la fiscalización de su gestión por parte de los medios de comunicación resultan cotidianos, entre otras razones porque definen la salud y el vigor del sistema de derechos y libertades del que los ciudadanos se benefician. Pero la España del sanchismo es una anomalía, con un desempeño adulterado sin respeto a las reglas ni a los fundamentos, como ya incluso han verificado en Europa con el aciago epílogo del semestre español protagonizado por el presidente en las instituciones comunitarias. Resulta que la cita apresurada y al toque de corneta de Pedro Sánchez con Alberto Núñez Feijóo se ha convertido en la principal preocupación de los ministros y responsables socialistas, que transmiten con contumacia, obediencia y disciplina el argumentario facilitado por la Presidencia. Se intenta arrinconar y etiquetar al líder del PP como si fuera una suerte de antisistema, contrario al diálogo y a los pactos de estado, abducido por la ultraderecha montaraz que el Ejecutivo ya tilda de violenta y de peor categoría democrática que el brazo político de la ETA. Se nos antoja un razonamiento grosero y nada pulido, que representa, por encima de cualquier lectura, un insulto a la inteligencia de los españoles. Que todo el episodio de la cita entre ambos líderes se comprima en el mensaje de la vicepresidencia Nadia Calviño – «Si el presidente te llama a Moncloa, pues se va»–, coreado por otros compañeros del gabinete, habla de un enfoque viciado de las reglas democráticas, de una pulsión autoritaria que no entiende, ni quiere entender, la función de la oposición, como tampoco de otras instituciones del Estado a las que ningunea. Pero también estamos ante un recurso como parte de una estrategia. Es una bronca amañada y artificial que persigue que la cortina de humo del ruido y el enredo sea cada día más tupida para que la amnistía inconstitucional, los pactos de la vergüenza con el brazo político del terrorismo y el prófugo de la justicia, los golpes a la división de poderes y el ataque a la independencia judicial salgan del foco de la opinión pública y sean metabolizados por el ciudadano. Núñez Feijóo ha tenido las experiencias suficientes con Sánchez como para saber que todas sus decisiones deben partir de la desconfianza y la prevención extrema. Hay un historial de medias verdades, falsedades, filtraciones interesadas, emboscadas e incumplimientos como para no cuestionarse seriamente que el inquilino de La Moncloa sea un interlocutor con el que merezca la pena reunirse. Quien falta a su palabra de forma reincidente no tiene autoridad moral ni legitimidad política para imponer condiciones ni tocar a rebato a la oposición. El presidente del PP ha pedido una agenda pública y explícita del encuentro y que se rompa el contubernio batasuno en Pamplona. Es una propuesta de mínimos a tenor del historial del sanchismo contra la democracia.