
Y volvieron cantando
Sánchez-Feijóo-Puigdemont, almodovariana relación
Resulta entrañable contemplar a determinados dirigentes del PP abrazando la estrategia de incrementar la presión y los contactos con Junts para «tumbar por fin a Sánchez» a través de una hipotética moción de censura
No tardaremos en contemplar una «muy normalizada» escena Puigdemont-Sánchez allá donde determine el primero, eso casi se da por descontado. Sin embargo, lo que no deja de chocar es la posición del PP frente al partido del fugado. Probablemente sin haber asimilado aún que lo que queda por delante es toda una travesía del desierto hasta que Sánchez agote la legislatura o sencillamente vea antes su momento oportuno para apretar el botón electoral, en el PP se nada aún entre la melancolía post 23-J, las urgencias por encontrar la palanca que desaloje a Sánchez de La Moncloa y la ensoñación entre algunos dirigentes del partido de Feijóo convencidos de que, con una persistente y convincente gota malaya, el PP puede acabar atrayéndose a algún socio del PSOE rompiendo un bloque de la investidura que ciertamente renquea, pero que nunca ha dejado de tener meridianamente claro que el día que se pierda la bicoca de un inquilino de La Moncloa rehén y a veces genuflexo ante sus exigencias, la fiesta se habrá terminado para muchos y muy a pesar de que será la generalidad de todos los españoles la que pague la cuenta.
Resulta entrañable contemplar a determinados dirigentes del PP abrazando la estrategia de incrementar la presión y los contactos con Junts para «tumbar por fin a Sánchez» a través de una hipotética moción de censura en la que no medien concesiones fuera de la Constitución. Toda una contradicción ya evidenciada por el propio Puigdemont y peligroso juego, porque de entrada parece ignorarse que el ADN del PP impide a su líder poner sobre la mesa elementos que cautiven al prófugo de la justicia más que los ofrecidos por Sánchez, además de ignorarse posibles efectos nada desdeñables como alimentar el argumentario de Vox a costa de publicitar unos intentos de acercamiento a Junts que en ningún sitio está escrito puedan agradar a la feligresía de votantes de la derecha. Ergo, bien haría el líder popular en marcarse una travesía hacia 2027 centrada en propuestas que llenen el hueco dejado por el desencanto social-comunista, más que en empeñar algunas joyas de la abuela en la aventura de convencer a quien sabe que no se verá en otra igual, por muy molesto que esté con Sánchez y por mucho que «paralice» negociaciones. La relación Gobierno-Junts tiene fases almodovarianas, pero la sangre –convénzase Feijóo– no llegará al río.
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