Editorial
El sanchismo, el prófugo y la España decadente
La peor Cataluña emergerá. La amnistía es una capitulación y el separatismo es insaciable
Carles Puigdemont concurrirá a las elecciones catalanas con un mensaje antitético a la concordia y el reencuentro con que Sánchez vendió la amnistía inconstitucional. Envalentonado, sabedor de la fuerza de sus siete diputados, ha prometido la restitución de la presidencia de la Generalitat y «acabar el trabajo» que empezó el 1-O. Más que arrepentimiento y vuelta al redil, el prófugo se dispone a echar gasolina al fuego mientras difama España, insulta a los españoles y hasta deslegitima al actual president Aragonés en otro gesto que anticipa beligerancia frontal con ERC. El presidente del Gobierno ha valorado que no aporta «novedad», pero presagiamos que Moncloa no tendrá un día tranquilo. Su decisión de resucitar a un cadáver político en pleno rigor mortis en su refugio de Waterloo entre la indiferencia ya lacerante de la ciudadanía pasará una factura al país que ningún gobierno honorable soportaría. Afortunadamente para el fugado y todos los que lo rodean y viven del negocio de la independencia y de la confrontación victimista con el Estado, las urgencias y la falta de escrúpulos de Sánchez les han servido una segunda oportunidad que están decididos a aprovechar en los comicios. La amnistía de todos los encausados en el procés servirá de alfombra roja y de mensaje principal de la campaña del fugado para presentarse como un candidato con la fuerza y la determinación precisas para doblar el brazo de la democracia española y convertir en realidad los hitos supremacistas que sonaban a imposibles. Léase la independencia económica, con el cupo, al que la vicepresidenta Montero abrió la puerta ayer mismo bajo el eufemismo de la singularidad catalana, y el referéndum de autodeterminación. En estas circunstancias y con estos precedentes, quién puede pensar con convencimiento que el sanchismo y su Tribunal Constitucional saldrán al paso en defensa de la Carta Magna. La campaña y las elecciones en el Principado supondrán otro paso más en el estado de excepción degradante del país, con Cataluña como referente en esta ocasión. España será empujada de nuevo a un escenario insólito e inviable en las democracias occidentales y en cualquier estado de derecho del mundo como es que uno de los aspirantes con opciones tenga asuntos judiciales muy graves pendientes, que no pueda hacer campaña en el territorio y que además sea el socio del Gobierno que está en trámites de borrar todo su historial delictivo a cambio de sus siete diputados y el poder. Es el retrato que representa la política más decadente y corrupta, la que sacrifica el bienestar y la prosperidad de los ciudadanos, conspira a sus espaldas y se confabula contra la legalidad para su lucro institucional. La peor Cataluña emergerá. La amnistía es una capitulación y el separatismo es insaciable. La gente vive peor, con problemas viejos y nuevos que nadie atiende. Las urnas son una oportunidad de castigar la corrupción y la deslealtad, de cambiar las cosas. De recuperar la prosperidad y la justicia arrebatadas.
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