Y volvieron cantando

El síndrome de derechas divididas

Derechas divididas, munición para Sánchez

Es evidente que Vox no se encuentra en su mejor momento demoscópico, pero ello no induce a pensar que pueda desistir de su determinación por haber llegado al patio político español para quedarse durante bastante tiempo, lo que supone la no renuncia a presentar, caiga quien caiga, candidaturas allá donde se llame a las urnas. Parece que no hay manera de convencer al partido de Santiago Abascal, cada vez más tomado por su núcleo duro, de permitir mediante el mutuo acuerdo con el Partido Popular, que el poder en algunas instituciones acabe cayendo en manos de la izquierda. El PP ostenta hoy una de las mayores cuotas de poder territorial en su historia gobernando en la mayoría de las comunidades, pero se da la circunstancia de que una de las más emblemáticas podría costarle a la vuelta de unos meses todo un mayúsculo disgusto a Núñez Feijóo, en una legislatura en la que precisamente gran parte de su fuerza de oposición a Sánchez pasa por el empuje de los «barones» autonómicos desde sus respectivos ejecutivos.

La sala de máquinas de Génova 13 no acaba de sacudirse la molesta inquietud que produce el mero hecho de contemplar un escenario en el que, de darse una dispersión en el voto conservador con la presentación de candidaturas por parte de Vox, la mayoría absoluta y consiguientemente el gobierno gallego pueden pasar a manos de las izquierdas, razón por la que el primer puntal entre la guardia pretoriana del presidente del PP, el también gallego Miguel Tellado, no deja de insistir sobre el riesgo de «hacer el idiota» si no se unifica el voto de las derechas en torno a Alfonso Rueda. Tellado conoce como nadie que, en línea con lo ocurrido en los comicios generales del «23-J», el argumentario del miedo a un pacto de los populares con la «extrema derecha» ofrece pingües beneficios electorales y que en consecuencia la izquierda gallega ya se frota las manos ante un escenario en el que, por primera vez en quince años el PP no tendrá como arrollador cartel electoral a un Núñez Feijóo pendiente del más que previsible crecimiento en Euskadi gracias al esperado trasvase de voto moderado del PNV, pero ahora con el rabillo del ojo, o algo más, puesto en la Galicia que le catapultó y en serio riesgo de caer por un escaño arriba o abajo. Derechas divididas, munición para Sánchez.