Luis Alejandre

Crisis de la conciencia europea

La Razón
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Me apoyo en el título de la conocida obra de Paul Hazard (1878-1944) que llegó a nosotros (Ed. Pegaso 1952) gracias a una magnífica traducción de Julián Marías. Aunque el académico y profesor del Colegio de Francia refiere su obra al periodo 1680-1715, sus reflexiones sobre la formación de la conciencia europea siguen siendo válidas. Nos habla de «una época sin poesía», de la «psicología de la inquietud», de la «estética del sentimiento», entre otros temas. Son los tiempos en que el derecho divino evolucionaba hacia un derecho natural, en que las asumidas desigualdades entre seres humanos daban paso a la igualdad entre todos. Su relectura hoy sigue siendo un magnífico ejercicio de reflexión sobre nuestra realidad.

Hazard intenta explicar lo que ha sido «el frecuente encarnizamiento entre vecinos» y «una forma contradictoria, a la vez estricta e incierta», de nuestra historia. Pero ve posibles también, en medio de las provocaciones y los reproches, justificados gritos de orgullo. «Se oye –dice– poco a poco un himno que se eleva para celebrar los méritos de una Europa cuya fuerza, cuya inteligencia, cuyo esplendor ninguna otra potencia del mundo podría igualar».

Cuando parece comentar la actual divisa europea –unidad en la diversidad–, se pregunta: ¿quién abolirá el sentimiento de las diferencias nacionales que ponen en juego «valores irreductibles que proceden de razones que la razón conoce, pero también de otras que la razón no conoce?».

Viene este preámbulo a raíz de la iniciativa de amplios sectores de la opinión inglesa respecto al abandono de la Unión Europea, idea que su «premier Cameron», intenta reconducir y que una Cumbre europea intentó paliar con gestos y concesiones el pasado fin de semana. Los críticos piensan como el Ministro de Justicia de su propio gobierno, Michael Gove, que define a la Unión Europea como «fuente de inestabilidad y de inseguridad», denunciando que «el euro ha creado la miseria en los pueblos más pobres de Europa» y que «las regulaciones de la UE han fomentado el desempleo masivo y las políticas de inmigración han impulsado el tráfico humano y han traído a miles de refugiados desamparados a nuestras fronteras».

Si yo tuviese que resumir en pocas palabras la crisis actual tal como la ven estos críticos, la resumiría en pocas palabras: Siria, Le Havre.

Intento explicarme.

Europa se constituye formalmente acabada la Segunda Guerra Mundial.

Shuman –ministro de Asuntos Exteriores francés– y Adenauer –canciller alemán– se juramentan para evitar que nuevamente Europa sea destrozada humana y físicamente por otra cruel guerra como la Segunda Mundial. La inicial creación –años cincuenta– de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA) pretende dar respuesta a las alternativas conquistas de los territorios de Alsacia y Lorena, ricos en minas de hierro y carbón, que siempre inician las guerras entre Alemania y Francia. Los ciudadanos de Estrasburgo cambiaron cinco veces de nacionalidad entre 1870 y 1945. En plena Guerra Fría, cuando los blindados rusos aplastaban un levantamiento popular en Hungría(1956) y la URSS se adelantaba a EE UU en la carrera espacial al enviar el Sputnik al espacio (1957), se firmaba en Roma el tratado por el que se constituía la Comunidad Económica Europea. Lo suscribían seis países: Alemania, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y los Países Bajos, los que más sufrieron en sus propias carnes las consecuencias de la guerra. Se abrían a las personas, bienes y servicios, en un mercado común. Esta primera fusión se ha ido incrementando con el tiempo, constituyendo hoy en día un indiscutible poder político y económico. Pero con una importante asignatura pendiente: la seguridad. Europa sigue careciendo con el brazo armado capaz de operar en fuerza, muy en línea con las corrientes políticas en boga.

Reino Unido se adhirió a la UE en 1973. No asumió completamente el Tratado Schengen ni entró en la zona de la moneda única, el euro; sigue con la libra. Ya hay, por tanto, iniciales diferencias respecto a los demás miembros. Hoy tiene 73 eurodiputados en el Parlamento de Estrasburgo y su comisario Jonathan Hill es responsable del área de estabilidad financiera de la Unión.

Hace cinco largos años, se desencadenó la crisis siria. Por supuesto, Europa no ha actuado conjuntamente, dejando una vez más que sean Estados Unidos y Rusia quienes resuelvan el drama, unilateralmente o conjuntados. Igual que en Bosnia.

Y la crisis siria provoca ahora un alud imprevisto de emigrantes y asilados, muchos de ellos amontonados hoy en los accesos del túnel de Le Havre, puerta de entrada terrestre a Reino Unido. Y los ingleses se sienten desestabilizados tanto o más que Alemania. Ya absorbieron ellos todos los flujos migratorios que llegaban de su antiguo imperio. En cierto sentido, se protegen. Pagamos todos la falta de voluntad política europea de intervenir en conflictos externos. Pagamos el no prever que, siempre, se nos convierten en conflictos internos.