Restringido
El (des)gobierno de los Cien Días
El alarde de «democracia participativa» de la web «Decide Madrid» es un chiste: la propuesta más votada reúne 1.756 apoyos, cuando en las elecciones pasadas participaron casi dos millones y medio de madrileños. Y la paralización de los desahucios no ha sido completa. El discurso demagógico de Ahora Madrid sobre el «límite ético» de los salarios y los gastos públicos tampoco se ha cumplido: la alcaldesa sólo fue dos días en metro, los sueldos siguen como estaban, y ahí continúan los coches oficiales. Y eso sin contar que Carmena se empeñó en unas cifras de niños madrileños hambrientos, para luego rebajarlas considerablemente, y reconocer que el plan de Ana Botella era mejor que el suyo. Aun así, hay varios elementos peores, que merecen un análisis sociológico.
Lo primero que resalta es la soledad de la alcaldesa, que desconocía los nombres, las profesiones y las trayectorias de los que la acompañaban en la lista electoral. Monedero se encargó de ficharla tras la negativa de Federico Mayor Zaragoza, para exponerla como la resurrección femenina de Enrique Tierno Galván: la bondad y la sabiduría de la tercera edad puesta al servicio de los madrileños. Y ni siquiera Carmena pudo estar acompañada en el Gobierno por Carmona, el entonces portavoz socialista en el Consistorio, vetado por Pedro Sánchez y finalmente defenestrado. Esa separación entre Carmena y sus concejales ha supuesto la paralización de la Junta de Gobierno durante semanas, que sólo ha aprobado los temas pendientes del equipo Botella. Las únicas medidas tomadas son las simbólicas. Y aquí está el segundo elemento analizable.
Ahora Madrid es la marca blanca de Podemos. Pablo Iglesias se había negado a concurrir a las municipales y autonómicas porque aún no tenía la estructura suficiente para romper el «régimen del 78». La solución la dieron Monedero y Errejón: construir un partido fundado en personalidades y movimientos sociales, que se presentara como marcas blancas en «nombre del pueblo»; es decir, de ellos. De esta manera podía estar en las elecciones, cobrar por representación, y compensar la disminución de la financiación venezolana. El problema era que aún no podía ejecutarse esa política rupturista, por lo que se han dedicado a la política simbólica: el cambio de nombre de las calles, la negativa al desarrollo de los grandes planes urbanísticos «capitalistas», los eslóganes facilones colgados de un balcón municipal, o las declaraciones grandilocuentes sobre los refugiados. Es política simbólica dedicada al núcleo psicológico del izquierdismo: lo emocional. Pero nada más. La afirmación de la inutilidad práctica de estas medidas llevó a que el Ayuntamiento creara «Madrid VO» para denunciar las «falsas noticias», y de paso hacer una lista de periodistas «contrarios al cambio». Sí, era un Orwell pero mal hecho. En este asunto quedó al descubierto quién realmente manda en el Consistorio. He aquí el tercer elemento analizable.
En Madrid se sabe que Carmena es la cara de un proyecto detrás del cual están los «verdaderos revolucionarios», que esperan los resultados de las elecciones generales de diciembre para dar a conocer su auténtico programa: el impago de la deuda, la subida de los impuestos, el condicionamiento de la propiedad privada de la vivienda, la declaración de villa republicana, o la municipalización de todos los servicios y suministros básicos. La persona que lidera ese grupo podemita es Rita Maestre, la comisaria política de Iglesias y Errejón, que actúa de portavoz mientras curte su imagen para tomar la alcaldía y ejecutar la política rupturista. Carmena se ha dado cuenta, quizá tarde, de su papel, y se está desvinculando de los concejales podemitas para guardar su imagen de «abuela de todos» y complicar su despedida. Por eso ha dicho en repetidas ocasiones que no es de Podemos y que no hará campaña electoral con Pablo Iglesias.
Todo esto revela una grave separación en el grupo municipal. Ahora Madrid es una coalición mal avenida. No solo Carmena recela de los podemitas, sino también los dos concejales que proceden de IU: Mauricio Valiente y Yolanda Rodríguez. Y se mostró en la moción sobre los derechos humanos en Venezuela, en la que no votaron lo mismo que sus compañeros podemitas.
En suma; estos cien días reflejan una alcaldesa aislada de su equipo y sin un partido detrás, con un grupo municipal dividido, y una junta de gobierno dedicada al simbolismo, no a las necesidades reales de los madrileños.
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