Historia

Populismo

La situación intelectual contemporánea es, amén de compleja y casi imposible de discernir en sus elementos constitutivos, de gran ambigüedad. Ya su denominación más extendida y vulgar –posmodernidad– es indeterminada, al estar constituida por una considerable diversidad de corrientes ideológicas, pues desde que con la revolución soviética la ideología ocupó el poder, éste se constituyó en una comuna en la que pragmatismo, existencialismo, marxismo, psicoanálisis, feminismo, hermenéutica, reconstrucción, ciencia posempírica... impusieron la experiencia individual concreta como portadora de todos los derechos, por encima de los principios teóricos y, con ello, la convicción de que ningún sistema teórico ni democráticamente aceptado debía dirigir, encauzar, ni comunicar, ninguna teoría política, creencia, vía educativa, ni, en última instancia, investigación científica. Y, al contrario, ideología, relativismo, pactos, debían privar antes que los valores absolutos, seguros, porque se habían confrontado en la experiencia y comprobado su efectividad y procedencia.

De este modo el posmodernismo se constituye en un perspectivismo radical, en el cual el conocimiento se encuentra implícito en el objeto de cognición, en la medida en que éste forma parte de un contexto preinterpretado, constituido por un máximo variable. En esa dimensión hay que situar el populismo.

En el último volumen de la «Cambridge History of Political Thought», donde se dan noticias y se describen las principales corrientes del pensamiento social y político del siglo XX, no se encuentra citado como una corriente política. La citada fuente es garantía para no considerarlo, pues parte del pensamiento político contemporáneo. Sí aparece en la historia como un fenómeno social de intervención política, con muy distintas metas y actitudes políticas. La más próxima a nuestro tiempo tiene lugar en los Estados Unidos de América del Norte, en una situación muy concreta e importante.

Al concluir la Guerra de Secesión (1865), se inicia una etapa que consiste en la promoción de un crecimiento promovido por un grupo importante de hombres de empresa y de negocios. Una etapa conocida como «la Reconstrucción», sustentada por una mentalidad progresista. Los historiadores consideran dicha etapa como una reacción nacional contra la anarquía y la destrucción. En ella, desde luego, es evidente el pragmatismo pero aplicado a las estructuras religiosa, política y cultural. Ello originó una poderosa corriente de sentido común y una fe en la dignidad y libertad humanas, para lograr que el progreso diese origen a un predominio de la responsabilidad social para conseguir un bien común nacional.

Sin embargo, las consecuencias de la Reconstrucción fueron de extrema gravedad en el sector agrario. La radical caída de precios agrarios, el agudo aumento del endeudamiento y el inevitable arrendamiento de las granjas al quedar gravemente hipotecadas convirtieron en extremadamente difícil la situación de los granjeros, también por la coincidencia con una crisis internacional de sobreproducción agraria y otros problemas internos, como los altos fletes del transporte de mercancías en los ferrocarriles, los usurarios intereses bancarios, los monopolios manufactureros y los altos aranceles proteccionistas, fruto de una política fiscal que mantenía apurado el crédito y el dinero. Los granjeros, en defensa de sus intereses, pasaron a la acción colectiva, crearon la primera organización campesina nacional –«Granja Nacional de los Patrocinadores de la Agricultura»– que se extendió con gran rapidez, creando cooperativas de comercialización y consumidores. Se sumergieron también en la política y, en las elecciones de 1890, consiguieron resultados sorprendentes, controlando varias asambleas y que fuesen elegidos dos senadores y nueve congresistas. Un sector del movimiento «Grange» inició la formación de un partido: «People's Party», que recibió el nombre común de populismo y sus promotores, el de «populistas». Los nombres parecen contradictorios, así como los problemas que se intentan resolver. Sin embargo, ambos se entendieron situando los intereses generales como principales y los particulares, en la estructura creadora de la nueva situación. Resulta impresionante comprobarlo en la oleada de reformas que se hicieron en Estados Unidos entre 1900 y 1917, en las que se aprecian readaptaciones, confirmaciones, cambios y soluciones de muchos problemas nacionales.

En otras oportunidades, el término populista se convierte bien en un clamor de protestas sin deseo alguno de integrarse en el campo de reformas, propuesto por el partido que gobierna; bien en una tendencia a considerar la masa que protesta en exigencia de cambio, utilizando la violencia o por otros procedimientos coactivos. A la vista de los últimos acontecimientos, me inclino a pensar que las «masas electoras» con candidato «previamente elegido» obligan a su integración en conjuntos de opinión pública.