El canto del cuco

Entre la Trinidad y San Juan

En las Tierras Altas, el endrino o ciruelo silvestre es la orla espinosa de los montes

Entre la Trinidad y San Juan culmina en todo su esplendor la breve y tardía primavera en las Tierras Altas. Encañan ya los trigos y blanquean las cebadas. Es la señal para que el furtivo salga entre dos luces con el reclamo bajo el tapabocas hacia el chozo del cabezo en busca del macho de perdiz en celo. En las llecas de alrededor florecen las aulagas, el espliego y el tomillo, y sobre las esparcetas en flor hacen, con las primeras luces, torres de música las alondras. No faltará en el abrigo del carasol algún pequeño colmenar. En los ribazos y en los bordes de los barrancos rompen la monotonía del páramo los majuelos, los endrinos y los escaramujos, verdaderas joyas de la biodiversidad, amenazadas por las máquinas de la concentración parcelaria y por la invasión de aerogeneradores y plantas solares. Dicen que es el progreso. Las aves del cielo y los otros animales del campo encuentran en estos arbustos comida y cobijo generoso. Y el segador, sombra para la bota y el botijo en la canícula.

El majuelo, el endrino y el escaramujo están ahora en plena floración, como una bendición del cielo sobre los campos. En el pueblo llaman al majuelo o espino blanco, bizcobo, y a su pequeño fruto rojo, bizcoba o pera de raposa. ¡Cuántas comí de niño! Huesos de bizcoba se han encontrado en asentamientos humanos prehistóricos. Es famoso el majuelo de Glastonbury, que florece dos veces al año. Y el más viejo que se conoce es el espino Hethel, junto a una iglesia en Norfolk, al sur de Norwich, que tiene más de setecientos años. O sea, está allí, en pie, desde el siglo XIII. Un dicho inglés advierte de que no hay que quitarse el abrigo hasta que florece el espino. Y en la tradición gaélica el majuelo se asocia a las hadas, es un arbusto sagrado, que señala la entrada al otro mundo.

En las Tierras Altas, el endrino o ciruelo silvestre es la orla espinosa de los montes. Las endrinas, ricas en vitaminas y minerales, se conocen también como pacharanes y aroman la dulce y familiar botella de anís. En riqueza vitamínica no le va a la zaga el escamujo o rosal silvestre, que en el pueblo llamamos calambrujo. El «tapaculo», fruto astringente que contiene las semillas encapsuladas, está cargado de vitamina C y con él se elabora una deliciosa mermelada. Entre la Trinidad y Santiago el campo «ya muestra en esperanza el fruto cierto» sin que el viajero de la ciudad se entere.