Letras líquidas
Vox y el marco mental
Oscilaciones, de variada intensidad sísmica, que van insinuando posibilidades de otras fórmulas y de otras ecuaciones para articular mayorías
Lakoff, el ideólogo de aquel elefante en el que no había que pensar, ha analizado y detectado con precisión a lo largo de su carrera los marcos mentales en los que se mueven las sociedades contemporáneas. Esos universos o espacios preconcebidos, a los que el cerebro se dirige de manera automática antes de recurrir al razonamiento analítico. Nos permiten reconocer patrones y ordenar el mundo, sí, pero también nos arriesgamos a que nos reduzcan, limiten y condicionen si se vuelven demasiado rígidos. Además de intervenir en los asuntos cotidianos, también se emplean en marketing y alcanzan, claro, a las estrategias políticas: el paradigma clásico de las campañas en Estados Unidos asegura que si se crea un clima de inseguridad e incertidumbre, los votantes tenderán a optar por aquel candidato que les garantice más certezas.
Aplicando todas esas claves cognitivas al ámbito nacional, podemos detectar en qué automatismos colectivos reincidimos. Desde que la nueva política y su fragmentación «a la italiana» irrumpieron, primero, y se asentaron, después, en todos y cada uno de los distintos arcos parlamentarios, el bipartidismo cedió su cetro al «bloquismo» (o quizá «bibloquismo», para ser más precisos). Y, a partir de ahí, ya solo ha habido una forma posible de encarar la actividad política: una barrera, tan imaginaria como férrea, ha impedido la construcción de pactos, acuerdos y, por supuesto, gobiernos en los distintos niveles al margen de esos bloques. Sólo se conciben las alianzas a partir de la suma de los partidos encajados en cada uno de ellos. Y todas las teorías y planteamientos que se esbozan tratando de anticipar lo que nos deparan los próximos meses electorales (encuestas y sondeos incluidos) se ajustan fielmente a ese patrón.
Pero esas ideas involuntarias, que actúan como «tics», eluden un detalle relevante, que es la realidad. Esta misma semana hemos asistido a dos movimientos que han evidenciado las diferencias entre PP y Vox, formaciones distintas, con proyectos, ideas y planteamientos propios (pese a los intentos interesados de algunos en mimetizar y equiparar siglas con significados particulares): por una parte, se ha producido una recolocación de los partidos en el tablero ideológico-demoscópico tras la moción de censura de Vox y por otra, la ruptura de la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso con los de Abascal. Oscilaciones, de variada intensidad sísmica, que van insinuando posibilidades de otras fórmulas y de otras ecuaciones para articular mayorías. Lakoff apuntaría al surgimiento de un nuevo marco mental. Quizá al estilo de Andalucía.
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