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España en Verano: El sonido oscuro de los candidatos del PSOE
En EE UU se dice «dime a quién escuchas y te diré a quién votas». Analizamos las debilidades musicales de los candidatos a liderar el PSOE.
En EE UU se dice «dime a quién escuchas y te diré a quién votas». Al nuevo socialismo español ya no le fascinan los cantautores. A Pedro Sánchez y a Eduardo Madina les une el gusto por los discos algo oscuros y deprimentes de The Cure y Björk, entre otros. Analizamos sus debilidades musicales.
Pedro Sánchez
Björk, perfección sin lógica
Todo seguidor de Björk Guõmundsdóttir que se precie ha hecho suya en algún momento la letra de "Human behaviour", uno de los primeros éxitos de la menuda cantante islandesa: "Definitivamente no hay lógica para el comportamiento humano; y aún así, es irresistible". Sin mapa, sin brújula alguna que sea capaz de determinar cuál será su próximo movimiento en esos instantes de imprevisible ambivalencia. Incluso podríamos pensar que estamos ante personas caprichosas, pero no es exactamente eso. Un caso de 'bjorkización' paradigmático puede ser el de un 'foodie' capaz de disfrutar a mediodía con una pizza recalentada y, unas horas después, con una cena en DiverXO servida mientras en su cabeza hay ecos de "Violently happy", esa canción que otras veces le ha servido para dar cuenta de su estado de ánimo en WhatsApp.
Por supuesto, hablamos de personas curiosas, con una inquietud que en su infancia tenía también un punto repelente. Preguntaba a sus padres cuánto quedaba para llegar a la playa, pero a la vez ya estaba calculando la media de kilómetros a la hora para tener sus propias respuestas. Ya entonces era una niña introvertida, ensimismada, harta de arena, sombrillas, toallas y demás parafernalia veraniega. Años después, continúa prefiriendo la ciudad, aunque necesita desconectar en el campo, preferiblemente en soledad. Lo suyo sería contemplar sin más el sol de medianoche, pero se conforma también con un solitario paseo rodeada de naturaleza, escuchando el "Homogenic"de la propia Bjork, seguido de un popurrí de Portishead, Fiona Apple y Antony & The Johnsons.
Su estado natural es de felicidad, aunque en ocasiones se muestra moderadamente atormentada, producto principalmente de haber visto en bucle "Bailar en la oscuridad". Hipersensible y en general con notables aptitudes artísticas, alguna vez ha pensado en diseñar su propia ropa. Estamos ante alguien con cierto punto de excentricidad, quizá no tanto como para presentarse en la fiesta de turno con un traje-cisne que emulase al que lució la autora del mágico "Vespertine", pero sí es fácil que se atreva con una arriesgada combinación de colores.
Puede que no sea el rasgo más importante en términos de diván, pero desde luego que no se ha de pasar por alto: las seguidoras de Björk cantan en la ducha (ojo, también los chicos); lo hacen además entre grititos y susurros, sin buscar el lucimiento personal, pero sí la autoafirmación, con "It's oh so quiet"como ejercicio favorito.
Capítulo aparte merece el de las relaciones personales. No suelen tener grandes grupos de amigos, pero los que tienen son verdaderamente fieles; actúan frecuentemente con una actitud reservada y recelosa, pero en realidad les gusta conocer gente nueva, intercambiar opiniones y debatir, aunque sin perder las formas. En algún momento podríamos tener la tentación de creer que son personas frías, pero suele ocurrir todo lo contrario. Son tan dulces como impacientes, y casi siempre con una ternura que uno no esperaría a simple vista. Más que inseguridad, lo que transmiten es que necesitan sentirse queridos/as, algo que no dudan en recordar a su pareja de forma insistente, tanto que a veces acaba provocando discusiones sin mayor fondo que el de dejar bien claro cuál es su lugar en el mundo, poniendo en práctica aquello del amor/odio que tan bien manejan. Después suelen ordenar lo primero que tienen a mano, aduciendo que estaba lejos de su sitio, porque los y las seguidores de Björk, especialmente si escuchan su música desde la época de The Sugarcubes, tienden a ser perfeccionistas y meticulosos. Hay quien asegura que también irritantes, pero sólo porque son muy dados a terciar en el más mínimo error ajeno con un inofensivo, aunque desesperante, "te lo dije".
Sánchez también se confiesa adicto también a La Habitación Roja, un grupo valenciano en la línea de Supersubmarina, Dorian o Miss Cafeína, cuyas canciones escucha también en la intimidad.
Eduardo Madina
The Cure, el camino sin retorno
«Este es un camino sin retorno. He elegido una forma de vida que sé hacia dónde me lleva, y sé que puede tener para mí muchos momentos duros y episodios poco sociables". La cita corresponde a Robert Smith y seguramente aparece escrita en muchos cuadernos en posesión de los llamados "góticos", esa tribu urbana que nunca se extingue. Cuando parece que está cediendo, lo que sucede realmente es que está tomando impulso para avanzar más allá. Ser gótico es mucho más que pintar el alma de negro. Más que eso, es cuestión de actitud, de algo parecido al disfrute de la tristeza, si es que eso es posible.
Para muchos, y desgraciadamente, Smith es casi tan popular por su estética que por sus canciones, muchas de ellas realmente buenas. Su "look"es casi dramático, con ese pelo cardado tan meticulosamente desordenado, esas ropas oscuras, los labios gruesamente pintados para describir una indescriptible mueca, ese rostro capaz de inspirar en unos miedo y en otros un melancólico y piadoso horror.
El líder de The Cure y buena parte de sus seguidores viven en una extraña paradoja: no quieren ser observados, pero tampoco se esfuerzan en pasar inadvertidos. El propio Smith, en su época junto a Siouxsie & The Banshees, allá por 1983, decidió usar pijamas durante sus presentaciones para que no lo tacharan de "gótico". ¿Inteligente reivindicación o simples ganas de llamar la atención? Quizá ni una cosa ni otra. De una oscura forma, Smith logró conectar a principios de los 80 -y también mucho después, incluso ahora- con una juventud que se sentía incomprendida. Casi desde un punto de vista nihilista. El problema es que muchas veces ellos hicieron poco por hacerse entender. Debe ser un suceso frustrante para alguien como Smith, cuya trayectoria con The Cure fue mucho más allá de una etiqueta tan desnaturalizada como es la "gótica". Canciones como "In Between Days", "Friday I'm in love", "Close to me", "Just Like Heaven"o "Boys Don't Cry"forman parte ya del imaginario cultural y colectivo de una época, canciones a las que, francamente, cuesta encasillar. Para muchos, el comienzo del "boom"del movimiento "gótico"se sitúa hacia 1982 en un escenario como "Batcave"(guarida del murciélago), un turbio local del Soho londinense que sirvió como local de reunión para jóvenes que compartían una misma inquietud, una misma visión de la vida (y la muerte), tan "underground", tan incomprendida. Como toda las tribus urbanas, sus adeptos encontraron una similar forma de vestir y comenzaron a compartir una buena cantidad de emociones artísticas, desde una literatura particular a, por supuesto, la música. Gente como Poe o Baudelaire eran entonces reivindicados por esta nueva fauna con renovado interés. Y aquí Robert Smith sitvió como un gran catalizador. Con un añadido: su fama y sus ventas traspasaron fronteras. Es curioso cómo un estilo con una vocación tan aparentemente anticomercial logró hacerse un hueco en el mundo de la industria más o menos convencional. Está el caso de Smith y las multinacionales de discos, o el ejemplo el cine de Tim Burton, un incondicional seguidor de The Cure.
Durante varias décadas, la historia de la música que podríamos denominar "popular"se llenó de árboles genealógicos con los que seguir una evolución con estilos como rock and roll, rockabilly, country & western, country-rock, folk-rock, southern rock, glam rock y mil formas más de expresarse. Pues en el caso del movimiento musical gótico también surgieron ramificaciones más o menos lógicas. A mediados de los 90, aparecían estilos que iban desde el gothic rock, el deathrock. De la música industrial al ambiente. También de la música experimental al synthpop o el shoegazing. En fin, como para volverse loco.
El problema en el que cayeron los góticos fue en la estigmatización. Es fácil que se aluda a ellos como seguidores de Satán y otras brujerías, cuando ésto no deja de ser algo profundamente alejado de la realidad. De hecho, por lo general, un gótico es una persona mucho más que pacífica a la que le gusta bastante más la reflexión que el bate de béisbol. Lo mismo cabría decir para Smith, un hombre má que amable y que sólo se altera cuando le pretenden encasillar dentro de una caja llena de prejuicios. Probablemente el cuerpo, tan fácil de observar, atemoriza más en este caso que el propio cerebro.
Gustos españoles
Los gustos musicales de Eduardo Madina son variados e incluyen, sobre todo, bandas indie y rock nacionales. Asegura reservar «un lugar muy especial» para Los Planetas, aunque también disfruta de la música de Antonio Luque, el único integrante fijo de Sr. Chinarro. De su tierra, le gusta el grupo donostiarra Family, ya disuelto.
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