Restringido
España en Verano: La Reina arqueóloga
El libro, inédito en español y que reúne dos estudios sobre sus hallazgos en el asentamiento, será presentado en la Real Academia de la Historia
Los libros, en ocasiones, corren suertes paralelas a los grandes monumentos erigidos en épocas anteriores y terminan, por diferentes vicisitudes históricas, ignorados por el hombre y extraviados bajo un sedimento de polvo y olvido. En 1959, Doña Sofía terminaba un volumen que daba fe de sus descubrimientos del pasado. Una memoria o crónica en la que detallaba, con una puntillosa descripción, las vasijas, ánforas, estelas y restos dispersos y variados que las palas de las excavaciones iban desenterrando en aquel solar apartado de Atenas que las crónicas antiguas acostumbraban a identificar con Cecropia. Habrá quien sostenga que existe el azar, pero que las coincidencias nunca son arbitrarias. La arqueología es una ciencia teñida de cierto romanticismo para los estudiantes juveniles. Hasta que comprenden que es un trabajo lento, minucioso y nada aventurero. La Reina tenía 21 años cuando, desprovista ya de esa imaginación primera, se propuso ubicar el viejo asentamiento de Decelia, una urbe ligada a las dinastías de los reyes de Atenas, en una de esas paradojas que proporciona el destino.
Una ligera sospecha
Esta región toma el nombre de Cécrope. La mitología recuerda que él fue el primer monarca de Atenas, un hombre con una visión pragmática que introdujo en la sociedad costumbres como la institución del matrimonio. Su gobierno se extendió durante 50 años y fue él quien impulsó el culto a Zeus (un dios creado a imagen y semejanza del hombre). La tradición asegura que la tumba del rey se encontraba en el Erecteión, en la Acrópolis. No sería, por tanto, una coincidencia que los vestigios de Decelia estuvieran en el Ática, en el área de Cecropia. Y que pudieran encontrarse cerca de Tatoi, el antiguo palacio de los reyes de Grecia. Doña Sofía, acompañada de su hermana Irene, ahondó en esas sospechas arqueológicas y exploró el sitio de Decelia, el lugar donde está la tumba de Sófocles.
El resultado de esa experiencia de juventud quedó plasmado en dos libros, los únicos que ha escrito la Reina y que, después de editarse en 1959 y 1960 –están dedicados al Rey Pablo y a la Reina Federica–, desaparecieron de las librerías y las bibliotecas convirtiéndose en unas menciones fantasmas en las semblanzas de Doña Sofía. La editorial Csed ha recuperado estos breves volúmenes en español. Su editor, Juan Manuel Martínez Valdueza, los encontró gracias a un encuentro fortuito, como él mismo relata: «De estos estudios hablan todas las biografías de ella, pero nadie los ha visto. Tampoco los que han escrito esas biografías. Todo el mundo habla de ellos, pero nadie ha conseguido leerlos». Valdueza describe cómo «hace un par de años, durante una conversación, una amiga me dijo que un compañero suyo los había encontrado hace 30 o 40 años en una feria de Alemania. Un librero griego, al ver que él era español, le comentó que tenía un libro de la Reina de España y se lo regaló. La obra está escrita en griego. Era uno de los ejemplares supervivientes de la primera y única edición que se hizo. Este hombre lo conservó hasta que se lo comentó a mi amiga, catedrática de griego, y ella me contó esta historia como anécdota». El destino de estos volúmenes está ligado a los avatares de la historia. En 1967, la vida de Doña Sofía cambia cuando la familia real de Grecia es expulsada de su país. A partir de ese año, el rastro de estos ensayos se diluyó, convirtiéndose en verdaderos fantasmas.
–¿Cuál es el contenido?
–Decelia es el área donde está el antiguo palacio de los reyes de Grecia, Tatoi, donde residía la familia real. Es la cuna de Atenas, donde estaba la parte más antigua. Pero esta área no estaba determinada con precisión. Una de las aportaciones de las princesas, y de la profesora que las asesora, fue encontrar pruebas de que efectivamente ese solar pertenecía a Decelia.
–¿Y sus aportaciones?
–Hay dos. La primera: certifica que aquello es definitivamente Decelia, la antigua Decelia, y, por otro lado, al rescatar una serie de piezas importantes, extensas, como vasos funerarios, columnas, cerámica de toda clase, objetos de bronce, fundó un museo en el mismo palacio de Tatoi. También hay que señalar los objetos que sacaron a la luz, su posterior catalogación, descubrimiento de inscripciones epigráficas y alguna palabra nueva del griego antiguo conocido.
Después de que el ejemplar cayera en sus manos, Valdueza pidió permiso a la Casa Real para que le dieran el consentimiento para su publicación. Una vez obtenido, sin ninguna clase de reparo, procedió a la impresión. «Nos preguntaron si podíamos conseguir un ejemplar en griego. Pero sólo teníamos el original. Así que hicimos unos facísimiles y se lo entregamos junto a los libros traducidos. La Reina no los conservaba, aunque creo que los ha estado buscando».
–Cuando se los entregó, ¿cómo fue su reacción?
–Mostró emoción y sorpresa. Me preguntó cómo se me había ocurrido y le respondí que me parecía literaria y científicamente importante. La oportunidad de dar a conocer una faceta de ella que es desconocida por los españoles, como fue su ocupación como arqueóloga, y de nivel, no de aficionada.
Valdueza reconoce que en su encuentro, la soberana admitió su interés por el patrimonio y la pena que trasluce por el abandono de la arqueología. «En ella observé una pasión por la cultura, por la historia, por el origen de lo que somos y de la obligación de cuidar y mantener nuestro pasado». Valdueza reconoce que las obras se presentarán más adelante, en la sede de la Real Academia de Historia: «Ella es académica de honor de la RAH y lo es por la escritura de estos libros».
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