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Restringido

La mujer de las células inmortales

Henrietta Lacks murió hace 62 años, pero un investigador descubrió que sus células se han seguido reproduciendo hasta hoy

El genoma completo de la buena de Henrietta se secuenció y se iba a hacer público, hasta que la familia ha logrado que sólo sirva para fines científicos larazon

Si alguien sobre la faz de la Tierra puede decirse que ha dejado un recuerdo imborrable tras su muerte es Henrietta Lacks. 62 años después de que dejara este mundo a causa de un cáncer de cérvix, centenares de investigadores, miles de médicos que utilizan los resultados de las investigaciones, y decenas de miles de pacientes atendidos por esos médicos deberían recordar su nombre y darle las gracias.

Esta semana, la familia de Henrietta, representada por su nieta Jeri, ha firmado un acuerdo histórico para la ciencia que permitirá que la saga de los Lacks se inscriba junto a nombres como Curie, Pasteur o Koch en los anales de la medicina. Mediante dicho acuerdo, dan su consentimiento para que la ciencia investigue las células extraídas del cuerpo de la abuela y que se han convertido en las más codiciadas en el mundo de la investigación biomédica porque son inmortales. Al contrario de lo que ocurre con otras historias épicas de superación, ésta no comienza con el nacimiento de su protagonista, sino con su muerte. Con sólo 31 años, la joven Henrietta Lacks ingresó en un hospital de Baltimore, donde le diagnosticaron un avanzado cáncer de cuello de útero. Apenas sobrevió 8 meses. Hija de una familia deprimida de raza negra, criada en Virginia durante los peores años de la segregación racial, Henrietta murió el 1 de febrero de 1951 dejando cinco huérfanos sumidos en la pobreza. Acabó así su historia personal y dio comienzo la de sus células. Poco después de fallecer, un investigador osado logró permiso de su viudo para extraer parte del tejido celular de la joven. Quería investigarlo.

Aquel científico, George Gey, había observado algo inusual en las células de la señora Lacks: parecían no morir jamás. Se reproducían indefinidamente, colonizaban los tejidos y se desarrollaban a gran velocidad, al modo como lo hacen otros tumores. Hoy sabemos que eso es algo común en los cánceres humanos, pero en 1951 la cualidad inmortal de los tejidos tumorales no era más que una hipótesis. Gey obtuvo la primera línea celular inmortal a partir del organismo de Henrietta. A esa línea le puso el nombre misterioso de HeLa. (por Henrietta Lacks). Nadie supo entonces a qué se debía aquella nomenclatura, pero las células HeLa se convirtieron en el tesoro médico más codiciado del momento.

Sin conocimiento de la familia

Gey se dedicó a recorrer todo el mundo portando muestras de células HeLa. Se dice que viajaba con un tubo de ensayo lleno de tejidos procedentes del cuerpo de Henrietta por si necesitaba hacer alguna presentación científica. Las células de marras eran solicitadas en cientos de laboratorios. Tenían la capacidad de dividirse de manera indefinida, generaban cepas resistentes en condiciones de laboratorio muy precarias, eran perfectas para investigar sobre ellas. Durante décadas, se repartieron indiscriminadamente a todo aquel que las pedía. Gracias a ellas, Jonas Salk pudo probar su primera vacuna contra la poliomelitis en la década de los 50 y desde entonces han servido para investigar el sida, los efectos de la radiación sobre los tejidos, el cáncer y otros males genéticos. Se dice que hoy pululan por centros de investigación más células de Henrietta que las que ella pudo llegar a tener en su cuerpo y han servido para nada menos que 74.000 estudios científicos.

El problema es que la familia Lacks no tenía ni idea de nada de esto. Cuando el viudo, aturdido por la desgracia, concedió permiso a Gey, no podía imaginar cuál era el destino que le esperaba a los genes de su añorada mujer. En 1973, un científico llamó a una de las hijas de Henrietta para pedirle una muestra de sangre. Quería saber si ella también había heredado la cualidad celular de su madre. Fue entonces cuando la familia descubrió que minúsculas muestras de su progenitora andaban repartidas por medio mundo. Pretendieron impedir su uso, reclamar algún tipo de compensación, opinar sobre la manipulación de las células HeLa, pero no lograron satisfacción a sus peticiones... hasta esta semana calurosa de agosto de 2013, 62 años después. Sus herederos han firmado un acuerdo con los Institutos Nacionales de la Salud de Estados Unidos (NHI) después de descubrir la última vuelta de tuerca: científicos del Laboratorio Europeo de Biología Molecular publicaron el genoma completo de las células HeLa y lo hicieron público en internet. Otro estudio sufragado por los NHI había sido enviado a la revista «Nature» revelando la secuencia genética que hacía a Henrietta Lacks única.

Detalles íntimos

Su nieta decidió decir basta. Aquello era demasiado: se iba a publicar a los cuatro vientos el perfil genético de su abuela, que es lo mismo que decir que todo el mundo iba a conocer los detalles más íntimos de la familia: sus peculiaridades, sus propensiones a enfermedades, sus mutaciones y sus defectos. Jery Lacks Whye ha logrado forzar un compromiso de las autoridades científicas. La información genética de su abuela se publicará en una base de datos cerrada al escrutinio público y podrá ser consultada por científicos bajo petición previa. Estos científicos tendrán que realizar informes periódicos de los avances logrados tras su investigación. Un grupo de expertos, con la presencia de dos miembros de la familia Lacks, se encargará de velar por el buen uso de las células. Toda investigación reconocerá la contribución a la ciencia de Henrietta y su familia, y ningún científico podrá tratar de ponerse en contacto con ésta de manera independiente. Los Lacks no recibirán a cambio ni un céntimo de los potenciales usos comerciales que se deriven de los descubrimientos realizados con las células de su abuela. No era lo que pretendían. Sólo necesitaban saber que la llorada Henrietta descansaba, por fin, genéticamente en paz.