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La milicia menguante

La Compañía de Jesús ha experimentado una mengua constante en sus filas desde 1961. Por primera vez hay un Papa jesuita, pero eso no parece haber detenido la sangría de vocaciones

La milicia menguante
La milicia menguanteTeresa Gallardo

La semana pasada moría en Sao Paulo (Brasil) el obispo Pedro Casaldáliga, sacerdote claretiano de 92 años con una trayectoria controvertida en el seno de la Iglesia según quien fuera el Sumo Pontífice sentado en el Vaticano. No era jesuita, pero su vida religiosa y su destino estuvieron íntimamente relacionados con la Compañía de Jesús. En octubre de 1976, sufrió un atentado en el que resultó muerto a su lado el jesuita João Bosco Burnier. Ambos se pusieron al frente de la lucha por los derechos de los indígenas en Brasil contra un régimen dictatorial que no toleraba disensión alguna, viniera de donde viniera. No sería hasta la llegada de Francisco a Roma cuando Casaldáliga fue restituido y su buen nombre resucitado. Del Papa decía el claretiano que «es un don de Dios para la Iglesia». También, como muchos jesuitas, el difunto obispo del estado del Mato Grosso fue militante de la Teología de la Liberación. En una entrevista con este periódico hace unos meses, el jesuita Javier Melloni asegurada que Casaldáliga era, posiblemente, la persona viva que más admiraba por su radical compromiso con los más pobres. Una entrega absoluta que le llevó a vivir como los más desfavorecidos a costa incluso de su propia vida.

La Compañía de Jesús, considerada históricamente la milicia intelectual del Papa, fue fundada en 1534 por el militar Ignacio de Loyola. Tuvo una vida muy desigual en la que llegó a ser expulsada de varios países y denostada por el poder de la Curia en momentos históricos muy complejos. La educación exquisita exigida a sus novicios les separaba del común de los sacerdotes y les otorgaba (y todavía lo hace) una superioridad no siempre bien encajada por el resto. Su papel en la historia católica ha sido poderoso e innegable pese a la sangría de vocaciones que ha experimentado la compañía desde 1961; en la actualidad está literalmente reducida a la mitad. Aún así, ha tenido que pasar casi medio siglo para que uno de ellos se convirtiera en el sucesor de San Pedro.