La renuncia de Benedicto XVI

Benedicto XVI, un hombre de Palabra

Benedicto XVI, un hombre de Palabra
Benedicto XVI, un hombre de Palabralarazon

El Sumo Pontífice siempre ha defendido la importancia de la fe y la familia en la vida de la Iglesia

MADRID- En sus más de 440 intervenciones dominicales, Benedicto XVI ha puesto de manifiesto la figura de Cristo como salvador, la importancia de la fe y la familia en la vida de la Iglesia, además de denunciar las injusticias del mundo. Palabras que pasan de largo. Otras se las lleva el viento. Otras permanecen. Camino, corazón, vida, fe, resurrección... Resuenan. Calan. A lo largo de estos ocho años de pontificado, hasta en 440 ocasiones se ha asomado Benedicto XVI desde el apartamento del Palacio Apostólico para saludar a los fieles congregados en la Plaza de San Pedro o ha abierto las puertas de la residencia de verano de Castel Gandolfo para acogerlos. Se calcula que al menos 1.256.000 personas han acudido a uno u otro escenario a acompañar al Santo Padre. Pero, sobre todo, para ponerse juntos en manos de María. Bien a través del rezo del Ángelus o bien del Regina Coeli –oración que sustituye a la anterior en el tiempo de Pascua–. Fue precisamente con este último con el que se estrenó aquel 1 de mayo de 2005.

«Me dirijo a vosotros por primera vez desde esta ventana, que la amada figura de mi predecesor ha hecho familiar a innumerables personas en el mundo entero. Y pensamos también en la otra ventana. De domingo en domingo, Juan Pablo II, fiel a una cita que se transformó en una amable costumbre, acompañó durante más de un cuarto de siglo la historia de la Iglesia y del mundo, y nosotros seguimos sintiéndolo más cercano que nunca», explicaba cuando apenas llevaba doce días al frente de la barca de Pedro. Y lo hacía en la festividad de San José Obrero, en la que reivindicaba precisamente el papel de la «fraternidad cristiana» para que «la solidaridad, la justicia y la paz sean los pilares sobre los que se construya la unidad de la familia humana». Palabras que también anticipaban las premisas fundamentales de la que sería su encíclica social, «Caritas in veritate».

De la misma manera, aquella mañana, finalizaba su alocución pidiendo a los católicos que renovaran su «compromiso de total entrega a Cristo y a su Iglesia». Jesús y la comunidad de comunidades. Dos de los pilares de su espiritualidad hechos palabra presentes en cada una de estas breves intervenciones dominicales a modo de catequesis donde también ha dado luz sobre la eucaristía como la esencia de la comunión, el amor como entrega y la imagen de un Dios Padre que acompaña.

Pero, además, el mirador de la Santa Sede le ha llevado a Benedicto XVI a contemplar la realidad doliente de este mundo, a ser voz de denuncia ante los conflictos armados, las crisis humanitarias, las situaciones de desigualdad. Las víctimas del Holocausto, el terremoto de Haití, los fallecidos por el terrorismo, los perseguidos por la falta de libertad religiosa... También palabras de acogida para cada uno de los grupos que acudían en peregrinación hasta Roma.

En sus viajes a España, el Santo Padre rezó el Ángelus primero en Valencia (2006), después en Barcelona (2010) y, por último, desde el aeródromo de Cuatro Vientos (2011), desde donde envió a los jóvenes a ser «apóstoles en el siglo veintiuno y los mensajeros de la alegría de Cristo. ¡No lo defraudéis! Muchas gracias». Y desde España se ha seguido con especial entusiasmo durante la Misa de las Familias, que desde 2007 acoge Madrid. Conexión en directo con la Santa Sede que desde Colón se seguía con recogimiento, expectación y alegría. «Acudimos a María, nuestra Madre del cielo, para que acompañe a las familias en su vocación de ser una forma entrañable de Iglesia doméstica y célula originaria de la sociedad. Que Dios os bendiga a todos. Feliz domingo», concluía el pasado 30 de diciembre. Ayer se despedía en italiano con un «Gracias», pero no con un «hasta siempre». Porque, a partir del jueves, su retiro es una aparente lejanía. Ayer pronunció cinco palabras, que bien valen una homilía y que desvelan por qué: «Siempre estaremos cerca en la oración». La Palabra que permanece.