Francisco, nuevo Papa

César, uno más entre 200.000 fieles en la misa de Francisco

César, uno más entre 200.000 fieles en la misa de Francisco
César, uno más entre 200.000 fieles en la misa de Franciscolarazon

Se escucha a la orquesta de fondo. Apenas quedan diez minutos para las nueve de la mañana y Francisco aparece. Sobre un «jeep» al estilo Wojtyla, ajeno a blindajes. De nuevo, un quebradero de cabeza para la seguridad. Recorre de arriba abajo todos los corralitos –término no patrocinado por Kirchner–. En una pancarta gigantesca aparece reflejado junto al escudo de San Lázaro, su equipo de fútbol. Cámaras que captan cada movimiento, gritos, «¡vivas!» y el papamóvil descapotable frena en seco. Francisco baja en busca de César. «En 1982 Juan Pablo II me besó en una audiencia privada. Ayer me besó el Papa Francisco en la frente. Después nos pidió a mí y a mis amigos que rezáramos por él», asegura este hombre de 50 años que sufre una parálisis en todo el cuerpo salvo una mano que mueve con dificultad desde que a los ocho meses fuera vacunado contra la polio. Hace unos meses falleció su madre y ahora es la hermana Cinzia su ángel de la guarda. «Soy católico», asegura convencido de que gracias a Dios ha podido hacer sus sueños realidad. Como volar en un avión. Lo cumplió gracias a la fundación cristiana Unitalsi dentro de una peregrinación a Lourdes en septiembre de 2010. «Cuando he visto al Papa con César, me ha recordado el pasaje del Evangelio en el que Jesús acude a casa de Pedro, se encuentra con su suegra, se inclina, le toma la mano y alivia su dolor», relata el padre Vincenzo, responsable del centro San Benedetto del Tronto, donde reside.

El Papa continúa su recorrido en el coche. Ana no le saludará en persona. Sólo necesitaba verle. Con eso le bastaba. Porque ayer Ana volvió a casa. Después de veinte años. Le bastó escuchar un nombre cuando vio por televisión la fumata blanca para dar el paso. Francisco. De inmediato decidió hacer las maletas, dejar por unos días su trabajo en un estudio de arquitectura en París y viajar a Roma. Sin la responsabilidad de un jefe de estado. Pero con la sensación de que se jugaba mucho más que una representación diplomática. Ayer se plantó en San Pedro con un historia a los hombros. La de una mujer que hace dos décadas sufría en apenas unos meses la muerte de su hermano y la pérdida del hijo que esperaba. «Me enfadé con Dios y me alejé». A su exilio interior le acompañó una mudanza de Argentina a Francia. Desarraigo. Pero el «run rún» seguía dentro. Uno lo puede esquivar, pero se hace notar. Y los primeros gestos del Papa hicieron renacer la fe dormida. Y después de 20 años, ayer comulgó. Después de la reconciliación, llegó el encuentro. En San Pedro.

Porque detrás de las banderas que ondean haciendo patria a su lado y de las miradas humedecidas de las más de 200.000 personas que participaron en la eucaristía del inicio del pontificado, hay 200.000 encuentros personales como el de Ana y César. Con otro nombre y otras circunstancias, pero reencuentro al fin y al cabo. «Estoy experimentando cómo los alejados se acercan y se plantean reconciliarse con la Iglesia. El mensaje de este Papa está llegando más allá de los católicos, no censura», explica esta argentina que hace piña con un grupo de jóvenes de su tierra vestidos las camisetas de la selección de fútbol. «En nuestro país va a impactar muy positivamente porque, hoy por hoy está mal visto tener fe. Con él, renace la esperanza en un momento de gran división política», le apostilla José.

Ambos detienen su conversación y miran al frente. Comienza la eucaristía. Las Hermanitas del Cordero –congregación de origen francés que comparte hábito «denim» con las Iesu Communio españolas– son de las pocas que logran entonar los cantos de la celebración. Los demás acompañan, con silencio unos, con intentos de atinar otros. El Papa Francisco toma la palabra en la homilía. Arranca con San José, protagonista litúrgico del día, y en su segunda frase trae a la plaza al Papa emérito Joseph Ratzinger. Aplauso cerrado. A partir de ahí hasta en ocho ocasiones más se le interrumpirá en la plaza. Por su mensaje ecologista que tanto se trabajó el de Asís, por su denuncia del odio y la envidia como ataques a una vida plena. Al remarcar la necesidad de introducir algo más de ternura en lo cotidiano. Pero, sobre todo, al indicar ante el «puñado» de líderes mundiales que le escuchaban que el poder es servicio. Ovación. Pobreza. Más aplausos. Fin de la homilía. Algunos fotógrafos buscan la imagen de la interioridad. Gente arrodillada en la consagración, con las manos abiertas en el padrenuestro, abrazos en la Paz y silencio durante la comunión. La intrahistoria de la Misa de Inicio del Pontificado.

Isabella ducrot recrea el escudo papal en «l'osservatore romano»

La pintora Isabella Ducrot (nacida en Nápoles pero residente desde hace muchos años en Roma), ha ilustrado la primera página de «L'Osservatore Romano», algo inédito en la historia del periódico vaticano. Se trata de una orla que recrea los símbolos más destacados del escudo del papa Francisco, como el sol radiante símbolo de la Compañía de Jesús, con el lema IHS (Jesús Hombre Salvador), que también utilizaban dominicos y franciscanos, y los colores dorados.