Miguel Ángel
«Deben proteger el suelo por el frío»
Los frescos de la Capilla Sixtina son observados por unos 20.000 visitantes cada día. Al año superan los cinco millones y, aunque «el dióxido de carbono que emitimos no tiene repercusión sobre los frescos, cualquier agente externo como el polvo perjudica estas pinturas», explica José María Rodríguez Acosta, restaurador de Conservación y Restauración de Arte (CRA). Hace trece años presenció cómo Gianluigi Colalucci reparaba la bóveda de Miguel Ángel. Hoy, decenas de trabajadores siguen los pasos de Colalucci: buscan que esta obra de arte sufra lo menos posible el encierro de los 117 cardenales que elegirán al próximo Papa. Todo el equipo técnico de la Santa Sede trabaja codo con codo para tener lista la sala, a la espera de que los purpurados fijen una fecha para el Cónclave. Electricidad, fontanería, mecánica, calefacción, carpintería... Todos colaboran para proteger más de 500 años de historia. Los suelos que los turistas recorren cada día se protegen con gruesas láminas de madera. Como afirma Rodríguez Acosta, «la Capilla está en buenas manos y debe usarse en función de la misión para la que fue creada. Estoy seguro de que los cardenales velarán por su protección. No les veo fumando en su interior», bromea. El experto en restauración asegura que «el impacto de las estufas será mínimo». La luz tampoco afecta negativamente a los frescos «porque se realizaron con pigmentos minerales a los que no afecta la luminosidad». Cubrir el suelo no es habitual. «Deben proteger los pavimentos por el frío». añade.
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