Videos

El Papa decreta tolerancia cero

La Iglesia llevará a los abusadores ante la Justicia. Así lo aseveró ayer Francisco durante el discurso final de la histórica cumbre contra la pederastia.

El Papa Francisco durante la eucaristía celebrada esta mañana
El Papa Francisco durante la eucaristía celebrada esta mañanalarazon

La Iglesia llevará a los abusadores ante la Justicia. Así lo aseveró ayer Francisco durante el discurso final de la histórica cumbre contra la pederastia.

Los 190 asistentes a la cumbre acababan de presenciar una misa en la que el obispo australiano Mark Benedict Coleridge había anunciado una «revolución copernicana». Francisco estaba presente, pero no quiso ser él quien presidiera la homilía para que sus palabras en el discurso final de esta histórica cita tuvieran más resonancia. El lugar elegido fue la Sala Regia del Palacio Apostólico, uno de los espacios desde donde Francisco ya ha asumido en ocasiones anteriores su tono más duro. En este caso pronunció una fuerte condena hacia quienes han cometido abusos sexuales a menores en el seno de su institución y prometió que todos ellos serán puestos a disposición de las autoridades.

«Deseo reiterar ahora que la Iglesia no se cansará de hacer todo lo necesario para llevar ante la Justicia a cualquiera que haya cometido tales crímenes», clamó el Papa. «Ningún abuso debe ser jamás encubierto ni infravalorado, como ha sido costumbre en el pasado», añadió. Se trata del desarrollo de la llamada política de la ‘‘tolerancia cero’’, de la que en realidad se empezó a hablar durante el pontificado de Benedicto XVI. Pero Francisco había anunciado al principio de esta cumbre que «el pueblo de Dios espera medidas concretas» y en su discurso se le reprochó que a estos compromisos les faltaban leyes vinculantes para aplicarlos. El Vaticano explicó después que esas disposiciones llegarán, aunque más adelante.

En un comunicado difundido por la Santa Sede, Federico Lombardi declaró que el Papa trabaja en un Motu Proprio –una especie de decreto ley vaticano, con carácter normativo– para la protección de los menores. Se espera que una de las primeras medidas en este sentido sea la abolición del secreto pontificio, como han defendido algunos de los más estrechos colaboradores de Bergoglio.

El Vaticano anuncia, además, nuevas leyes y la creación de una hoja de ruta común para que los obispos de todo el mundo sepan cómo comportarse en caso de producirse un nuevo episodio de pederastia. «Quisiera reafirmar con claridad: si en la Iglesia se descubre incluso un solo caso de abuso –que representa ya en sí mismo una monstruosidad–, ese caso será afrontado con la mayor seriedad», dijo el Pontífice. Este mismo lunes, los jefes de los dicasterios vaticanos implicados en el tema se reunirán con el comité organizador de la cumbre para conformar grupos de expertos e incluso se plantea la posibilidad de crear un ministerio específico sobre la materia.

Esto se producirá a posteriori. Lo que este domingo hizo el Papa no fue tanto anunciar las medidas necesarias para atajar el problema, sino presentar un informe detallado de la situación. Desde el Vaticano reconocen que el cambio de mentalidad necesita tiempo y que la simple convocatoria de estos cuatros días de intercambio de ideas debe marcar el inicio de un nuevo rumbo. «El consagrado, elegido por Dios para guiar las almas a la salvación, se deja subyugar por su fragilidad humana, o por su enfermedad, convirtiéndose en instrumento de Satanás. En los abusos, nosotros vemos la mano del mal que no perdona ni siquiera la inocencia de los niños», sostuvo Francisco para describir a los abusadores. La receta de la Iglesia, agregó, debe ser «escuchar, tutelar, proteger y cuidar a los menores abusados». Y para ello pidió a los suyos que afrontaran el problema como un acto de «humillación, contrición, oración y penitencia». El gesto de los presentes era tan serio como el que han mantenido en el resto de las sesiones. El Papa asumió todas las responsabilidades, pero al mismo tiempo pidió que la Iglesia estuviera «por encima de todas las polémicas ideológicas y las políticas periodísticas que a menudo instrumentalizan, por intereses varios, los mismos dramas vividos por los pequeños». En sus palabras se leían los ataques de sectores ultraconservadores, que han utilizado el escándalo de la pederastia para desacreditar a Bergoglio.

Francisco terminó su discurso desgranando una serie de buenas prácticas, extraídas del trabajo de diez agencias internacionales, para desarrollar una estrategia global en la erradicación de la violencia contra los menores. De entre ellas destacan poner el acento en la protección de los niños, antes que el buen nombre de la Iglesia, y prestarles apoyo pastoral; lavar la imagen de la institución; incidir en la formación de curas y seminaristas para evitar nuevos casos; establecer pautas comunes entre las diferentes conferencias episcopales; o prestar más atención a la pornografía en internet y al turismo sexual, como nuevas formas de abuso.

El Papa quiso remarcar que la pederastia tiene su origen en el «abuso de poder», pese a que estos días el debate se ha contaminado con un intento –sobre todo de sectores conservadores estadounidenses– de trasladar el problema al campo de la homosexualidad. La gravedad del asunto llevó a Bergoglio a comparar el abuso de niños «con la cruel práctica religiosa, difundida en el pasado en algunas culturas, de ofrecer seres humanos como sacrificio en los ritos paganos». Tras una semana de autoflagelación, agradeció su trabajo a la mayoría de sacerdotes que condenan «la conducta vergonzosa de algunos de sus hermanos» y pidió «transformar este mal en oportunidad de purificación».